El
arte ha estado últimamente en el candelero compartiendo telediarios con los
incendios, la crisis y el fútbol, todo gracias a una señora que decidió darlo
todo y restaurar una pintura en la iglesia de su pueblo. El resultado fue tan
bueno que decenas de personas, con tanto interés en el arte como el que pueda
tener yo en la física cuántica, se han desplazado al desconocido lugar para ver
una pintura mural de Jesús convertida ahora en una pieza de arte moderno.
Quería aprovechar esta entrada para lanzar al ciberespacio mi sugerencia y estimular
las visitas a los museos. Ahí va el eslogan: “¡¡¡Elige una obra maestra y personalízala!!! Te regalamos la brocha
con la entrada”. Yo ya tengo pensado qué cambios le haría a “Las Meninas” pero estoy abierta a otras
sugerencias.
Casa junto a la vía del tren. Edward Hopper Fuente:www.moma.org |
Después
de dejar clara mi opinión ya podemos pasar a otro tema menos popular. Septiembre
está aquí y con él no solo llega el fin de las vacaciones también se acaba, por
ejemplo, la exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza (conocido por todos como “Tisen” o “el sitio de la baronesa” ) sobre Edward Hopper (1882-1967). Nuestro
nuevo amigo pasó la mayor parte de su vida en Nueva York y retrató la vida
cotidiana de los americanos en general y la vida urbana de los neoyorquinos en
particular, formando parte de una generación de artistas que a principios del
siglo XX pretendían distanciarse de la influencias del arte europeo,
especialmente de los impresionistas, para alcanzar un sello personal.
Nos dicen que Hopper era un hombre solitario, tal vez por eso en su obra la mayoría de los personajes parecen aislados y nunca vemos multitudes, las personas aún en compañía de otras siempre parecen atentas solo a sus asuntos. No sé si esto influye en las sensaciones que tengo pero su pintura me parece fría y esto es algo que me suele ocurrir con el realismo, la culpa es mía no de Hopper, todo es cuestión de gustos. Es cierto que estimula tu curiosidad y te preguntas a dónde estará mirando esa mujer, en qué piensa ese hombre o hacia dónde se dirige, pero estas preguntas surgen porque la indiferencia que me producen los personajes me permite distanciarme de lo que veo. Las casas campestres, los edificios, el mar o cualquier lugar creado por el pintor me parecen más vivos que sus figuras humanas.
Nos dicen que Hopper era un hombre solitario, tal vez por eso en su obra la mayoría de los personajes parecen aislados y nunca vemos multitudes, las personas aún en compañía de otras siempre parecen atentas solo a sus asuntos. No sé si esto influye en las sensaciones que tengo pero su pintura me parece fría y esto es algo que me suele ocurrir con el realismo, la culpa es mía no de Hopper, todo es cuestión de gustos. Es cierto que estimula tu curiosidad y te preguntas a dónde estará mirando esa mujer, en qué piensa ese hombre o hacia dónde se dirige, pero estas preguntas surgen porque la indiferencia que me producen los personajes me permite distanciarme de lo que veo. Las casas campestres, los edificios, el mar o cualquier lugar creado por el pintor me parecen más vivos que sus figuras humanas.
Sol de mañana. Edward Hopper Fuente:www.columbusmuseum.org |
Llama
la atención la gran influencia que tiene en el pintor el cine y viceversa. No
he descubierto el agua tibia, te lo dicen en los folletos informativos y es lo
que han resaltado en todos los reportajes que publicitaban la muestra. Esta
relación con la pantalla grande va más allá de la anécdota de “La casa junto a la vía del tren” (inspiró
a Hitchcock para la mansión de “Psicosis”),
hablo de sus grabados que parecen fragmentos de storyboards o las perspectivas y
encuadres escogidos que no son, o al menos no lo eran en ese momento, los
habituales en la pintura, como en el caso de “Pavimentos de Nueva York”.
Al
final el museo nos presenta un tinglado que reproduce el cuadro “Sol de mañana” y solo sirve para dos cosas. Primero:
ocupar espacio porque sobraba una sala pero no cuadros con qué llenarla.
Segundo: satisfacer las ansias de muchos visitantes por fotografiar algo con el
móvil, no importa si es animal, vegetal o mineral.
Pero tranquilos porque aún no habrá terminado la exposición, llega la hora de
invertir en arte. Justo en la salita de al lado nos ofrecen gran cantidad de
souvenirs y empezamos a oír cosas como ¿Quieres
un pin de Hopper? o, tal vez, a algún encargado respondiendo No, lo siento no hay imanes pero tenemos abrebotellas
y postales. Si no quieres comprar nada tendrás que irte a otra parte porque
un vigilante se interpone en tu camino cuando quieres desandar lo andado y te
advierte: No hay vuelta atrás en este viaje
pequeño hobbit. En ese momento eres consciente de que no regresarás del
Monte del Destino y terminarás comprándote una goma tuneada con un cuadro.
Pavimentos de Nueva York. Edward Hopper Fuente:www.wikipaintings.org |
Frikadas
aparte, podréis disfrutar de este repaso a la obra de Edward Hopper hasta el
próximo 16 de septiembre (Lunes y domingo de 10 a 19 / de Martes a Sábado de 10
a 23), son 10 euros la entrada general y 6 la reducida.