Después del patinazo de Dark
Shadows o Sombras Tenebrosas,
como prefiráis, Tim Burton vuelve al cine. Y no, no es que haya ido a ver una
película (ejem…) sino que ha vuelto. Esto hay que decirlo en voz alta: HA
VUELTO. Ha vuelto a conseguir que salga de una película suya con una sonrisa de
satisfacción en la cara. Hablo de Frankenweenie,
el que es hasta ahora el último trabajo del director de Eduardo Manostijeras, Charlie
y la Fábrica de Chocolate, La Novia Cadáver…
En esta ocasión Burton ha acudido al stop
motion que tan buenos resultados le da. Como un pequeño paréntesis, el stop motion es una técnica de animación
que consiste en grabar el “movimiento” de objetos inanimados capturando una
serie de imágenes o fotografías fijas y sucesivas alterando entre toma y toma
la posición de dicho objeto. Algo muy parecido a la historia que el mismo
Burton creó y que fue dirigida por Henry Selick, Pesadilla antes de Navidad.
Frankenweenie no
es un proyecto nuevo para Tim Burton. Ya en 1984 realizó, en su etapa como animador
en Disney, un cortometraje de 35 minutos con el mismo nombre. Se trata de la
historia de un niño que pierde accidentalmente a su perro (Sparky). El chico,
amante del cine y de las ciencias, descubre que puede revivirlo mediante
impulsos eléctricos. Es un cuadro ver al animalico lleno de costurones. Pues
bien, el largometraje estrenado a principios de octubre es la misma historia
–pero con más chicha, hay que rellenar hora y media de película. En el año 2007
Burton firma con Disney la realización del largo y desde entonces ha estado
trabajando en este proyecto. Cinco años, para darnos cuenta de lo trabajoso de
rodar en stop motion. Aunque, viendo Sombras Tenebrosas, está claro que le
dedicó más interés y tiempo a la entrañable historia del perro. Un pequeño
apunte, si alguien quiere leer más sobre el argumento de la película sin que le
destripen el final cual profesora de universidad que cuenta a sus alumnos cómo
acaba una peli sin que diera tiempo a que la vieran, que no lea el artículo de
Wikipedia hasta que haya visto la película. Eso sí, quizás le falte a la película el gancho y la ironía que tiene el corto.
No me negaréis que es una pocholada |
Con Frankenweenie
vuelve el Tim Burton más auténtico, el de las historias entrañables y los
personajes raros (¿a quién no le puede gustar la niña con su gato el Señor
Bigotes?). Esa exageración en los gestos, en las caras, en los escenarios… Esa
iluminación y ese blanco y negro que tanto nos recuerda al Frankenstein original… Y, por supuesto, esa música de Danny Elfman,
el inseparable compositor de las películas de Burton. ¡Qué magnífico trabajo en
Charlie y la Fábrica de Chocolate y La Novia Cadáver! Como él mismo
reconoce, en el más que recomendable libro Tim
Burton por Tim Burton, se nota cuándo pone interés y se siente cómodo con
una de sus películas. Y está claro que en esta así ha sido. Ahora unos pocos
datos sobre la película: destacan las ausencias de Johnny Depp y de Helena Bonham
Carter. Y sobre la taquilla, la película se presupuestó en cerca de 39 millones
de dólares. A 14 de noviembre la recaudación en taquilla ya ha superado los 63
millones. Vamos, otro éxito. No es de extrañar que ahora mismo el cine burtoniano es una marca, una forma de
hacer cine, pero también una forma de hacer dinerito de ese que tanto gusta al
productor, al distribuidor y al exhibidor –que no exhibicionista (lo siento,
hacía tiempo que no escribía un chiste malo y me estaba empezando a sentir
sucio).
Dos de los mejores personajes de la peli: la niña y el Señor Bigotes |
Frankenweenie,
entonces, es una película más que recomendable. Aún están por ver los próximos
trabajos de Burton pero no podemos negar que se trata de una joyita dentro de
la obra del extravagante director. Aunque, eso sí, quizá se le fue un poquito
la olla con los monstruos que van apareciendo y de los que no daré más detalles
para no pasarme de spoiler, que para
eso ya está Wikipedia y su artículo (léase dos párrafos más arriba). Una
película para todos los públicos, sin caer en el sensacionalismo sentimentaloide
de Spielberg –serán buenas, pero Los
Goonies, E.T y Super 8 tienen unos finales más
empalagosos que Mocedades envueltos en algodón de azúcar. Con gags simpáticos
como aquel en el que a Sparky se le descose el rabo y cae en un cubo. Así que,
al cine a verla. Los diez (me llevan los demonios cada vez que lo pienso) euros
merecen la pena. Tim, gracias por volver.