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sábado, 20 de octubre de 2012

Mata Mua


Algo se cuece en el Museo Thyssen y no son los líos de herencias entre la baronesa y su hijo, Gauguin y sus amigos ya están aquí para hacernos el otoño más placentero con su particular visión del exotismo. 

Mata Mua (Érase una vez...),1892. Paul Gauguin
Fuente: wikipedia
 Paul Gauguin (1848-1903) antes de lanzarse a pintar atractivas tahitianas tenía una profesión apasionante: agente de cambio en París, para simplificar, un funcionario que trabajaba en operaciones de la bolsa. Por si esto fuera poco también fue un respetable esposo y padre de familia (cinco churumbeles nada menos). Lo sé, a mi también me parece incomprensible que se largara a  Oceanía. Pero aunque os parezca increíble, porque estas cosas ya no pasan, el mundo de la bolsa tiene sus altibajos y al joven Paul le despidieron tras una de esas famosas “caídas”. Gracias a eso se convirtió en pintor a tiempo completo y a sus 34 añazos empezó con las emociones fuertes: aligeró peso dejando en alguna parte al resto de su familia, buscó el contacto con otros artistas interesados en la libertad que da la naturaleza, fue a Panamá y a Martinica, conoció a Van Gogh cuando aún tenía dos orejas y vio cómo se cortaba una de ellas en un momento de calentura entre los dos amigotes, etc. Pero a Gauguin la Bretaña francesa se le estaba quedando pequeña y siguió soñando con la imagen idealizada de las civilizaciones primitivas de forma que al final terminó viajando a Tahití y es allí donde realizó la mayoría de las obras con las que la gente le asocia hoy en día.

La obra del pintor está desperdigada por el mundo y esta exposición reúne parte de ella. Podemos ver lo impresionado que estaba Gauguin con sus nuevos vecinos en “Dos mujeres tahitianas” o en los coloridos personajes de “Parau api (¿Qué hay de nuevo?)”, la naturaleza misteriosa y virgen de “Mata Mua (Érase una vez…)”, un cuadro que pertenece al Thyssen pero que por desgracia no podemos ver habitualmente porque la baronesa lo guarda debajo de su cama. Percibimos su interés por la cultura maorí y cómo ve reflejadas en estas tierras el paraíso perdido en “Matamoe (Muerte. Paisaje con pavos reales)” o en “Mujeres en la ribera del río”.

Dos mujeres tahitianas, 1899. Paul Gauguin
Fuente: wikipedia
 Pero eso no es todo, acompañan a Gauguin otros pintores influenciados por él y que sentían la misma pasión por lo insólito. Henri Rousseau (1844-1910) hace acto de presencia con un solo cuadro (“Paisaje tropical con un gorila atacando a un indio”,1910) pero a este hombre le basta con eso para llamar nuestra atención y que no le olvidemos el resto del día (sí no estas de acuerdo no me vuelvas a dirigir la palabra, hay cosas con las que soy intransigente). Unos retratos de nativos de los Mares del Sur pintados por Emil Nolde (1867-1956) harían sonrojarse a cualquiera que piense que nosotros somos los modernos y esto ya es arte antiguo. Paisajes como “Ciudad Árabe” pintados por Kandinsky (1866-1944) donde vemos algo diferente de lo que usualmente reconocemos en su obra y mucho, mucho más.
Por si os preguntáis qué fue de Gauguin os diré que murió de sífilis, cosas de vivir la vida loca, y en cuanto a los tahitianos tienen por allí el segundo museo más importante dedicado al artista para compensar la afición que tenía Paul por sus mujeres y el hecho de que buena parte de sus descendientes deben de haber heredado la nariz del pintor.

Como siempre nada de lo que diga aquí hará justicia a la exposición por eso solo puedo añadir que ir a ver “Gauguin y el viaje a lo exótico” es lo mejor que podemos hacer con nuestras vidas ahora mismo así que me despido como lo hace la última sala de la muestra, con un fragmento de “Tabú” (F.W. Murnau/ Robert J. Flaherty,1931).


Podréis ver la exposición hasta el 13 de enero y el precio de la entrada va de 10 a 0 euros dependiendo del caso, pero os recomiendo que la compréis online porque es posible que os quedéis sin entrar si vais directamente.




lunes, 3 de septiembre de 2012

Hop Hop Hopper


El arte ha estado últimamente en el candelero compartiendo telediarios con los incendios, la crisis y el fútbol, todo gracias a una señora que decidió darlo todo y restaurar una pintura en la iglesia de su pueblo. El resultado fue tan bueno que decenas de personas, con tanto interés en el arte como el que pueda tener yo en la física cuántica, se han desplazado al desconocido lugar para ver una pintura mural de Jesús convertida ahora en una pieza de arte moderno. Quería aprovechar esta entrada para lanzar al ciberespacio mi sugerencia y estimular las visitas a los museos. Ahí va el eslogan: “¡¡¡Elige una obra maestra y personalízala!!! Te regalamos la brocha con la entrada”. Yo ya tengo pensado qué cambios le haría a “Las Meninas” pero estoy abierta a otras sugerencias.

Casa junto a la vía del tren. Edward Hopper
Fuente:www.moma.org

Después de dejar clara mi opinión ya podemos pasar a otro tema menos popular. Septiembre está aquí y con él no solo llega el fin de las vacaciones también se acaba, por ejemplo, la exposición en el Museo Thyssen-Bornemisza (conocido por todos como “Tisen” o “el sitio de la baronesa” ) sobre Edward Hopper (1882-1967). Nuestro nuevo amigo pasó la mayor parte de su vida en Nueva York y retrató la vida cotidiana de los americanos en general y la vida urbana de los neoyorquinos en particular, formando parte de una generación de artistas que a principios del siglo XX pretendían distanciarse de la influencias del arte europeo, especialmente de los impresionistas, para alcanzar un sello personal.
Nos dicen que Hopper era un hombre solitario, tal vez por eso en su obra la mayoría de los personajes parecen aislados y nunca vemos multitudes, las personas aún en compañía de otras siempre parecen atentas solo a sus asuntos. No sé si esto influye en las sensaciones que tengo pero su pintura me parece fría y esto es algo que me suele ocurrir con el realismo, la culpa es mía no de Hopper, todo es cuestión de gustos. Es cierto que estimula tu curiosidad y te preguntas a dónde estará mirando esa mujer, en qué piensa ese hombre o hacia dónde se dirige, pero estas preguntas surgen porque la indiferencia que me producen los personajes me permite distanciarme de lo que veo. Las casas campestres, los edificios, el mar o cualquier lugar creado por el pintor me parecen más vivos que sus figuras humanas.


Sol de mañana. Edward Hopper
Fuente:www.columbusmuseum.org

Llama la atención la gran influencia que tiene en el pintor el cine y viceversa. No he descubierto el agua tibia, te lo dicen en los folletos informativos y es lo que han resaltado en todos los reportajes que publicitaban la muestra. Esta relación con la pantalla grande va más allá de la anécdota de “La casa junto a la vía del tren” (inspiró a Hitchcock para la mansión de “Psicosis”), hablo de sus grabados que parecen fragmentos de storyboards o las perspectivas y encuadres escogidos que no son, o al menos no lo eran en ese momento, los habituales en la pintura, como en el caso de “Pavimentos de Nueva York”.

Al final el museo nos presenta un tinglado que reproduce el cuadro “Sol de mañana”  y solo sirve para dos cosas. Primero: ocupar espacio porque sobraba una sala pero no cuadros con qué llenarla. Segundo: satisfacer las ansias de muchos visitantes por fotografiar algo con el móvil, no importa si es animal, vegetal o mineral. Pero tranquilos porque aún no habrá terminado la exposición, llega la hora de invertir en arte. Justo en la salita de al lado nos ofrecen gran cantidad de souvenirs y empezamos a oír cosas como ¿Quieres un pin de Hopper? o, tal vez, a algún encargado respondiendo No, lo siento no hay imanes pero tenemos abrebotellas y postales. Si no quieres comprar nada tendrás que irte a otra parte porque un vigilante se interpone en tu camino cuando quieres desandar lo andado y te advierte: No hay vuelta atrás en este viaje pequeño hobbit. En ese momento eres consciente de que no regresarás del Monte del Destino y terminarás comprándote una goma tuneada con un cuadro.

Pavimentos de Nueva York. Edward Hopper
Fuente:www.wikipaintings.org


Frikadas aparte, podréis disfrutar de este repaso a la obra de Edward Hopper hasta el próximo 16 de septiembre (Lunes y domingo de 10 a 19 / de Martes a Sábado de 10 a 23), son 10 euros la entrada general y 6 la reducida.