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domingo, 13 de enero de 2013

Yo Mataré Monstruos Por Ti.

A María Moreno Prieto.

La primera vez que oí la palabra Alzheimer, la olvidé. La segunda vez fue algo más familiar, en un hospital, en una de las camas de una habitación en la que yo no quería estar. También la olvidé. La tercera vez fue en clase de religión. A partir de ahí tuve algo de memoria retentiva o memoria simple o algún nombre científico para el recuerdo, y ya no se me olvidó. A partir de ahí, todo fue a peor.

Aprendí qué hace, cómo actúa y te jode las horas de la comida y la noche, sus nulas, putas motivaciones, su dieta, sus farolas, su obsesión por saber la hora, cerrar la puerta, desconectar los enchufes, subir el volumen, preguntar repetidamente lo mismo, contar repetidamente lo mismo, esponjar los cojines, sentarse y levantarse, más obsesiones, sus tartamudeos, su sombra, su vis a vis con la cordura, sus atajos hacia callejones sin salida, sus miedos sin griteríos, su vanagloria sin gloria, su innegable don de mensajero, su inexistente trazo de esperanza, su hiriente corrosión poquito a poco como un mirlo.

Por lo visto aprendí que sabe derrotar las murallas de la memoria, que fue tu amiga y tu enemiga. Y entonces la recuerdas: "¿Memoria? no sé, sube el volumen, siéntate y dime, ¿qué se sentía recordando las cosas?". ¡Ah! Si te quitan la memoria, ¿has vivido? Aprendí muchas cosas, como que el olvido es un arma (de doble filo), que el recuerdo es una hoja de papel (de doble cara), que el alzheimer es la primera muerte. La lenta y dolorosa. La que fatiga. La que se llora. La que tú recuerdas. La que ella olvida.

Ahora escucho mucho esa palabra. Sobre todo cuando la gente me pregunta cómo está mi abuela, y cuento cosas como que no se está quieta o que grita a sus seres queridos o que se despierta por la noche a comprobar las ventanas o que esconde trozos de pan por la casa. Ellos responden: "puede ser principio de alzheimer" y pienso dos cosas: la primera es que jamás has de ponerle tu nombre a una enfermedad (si acaso a una estrella o a un banco del parque); la segunda es que todo puede ser el principio de todo o de algo. Pero hasta los principios se olvidan...

Mi abuela nunca ha visitado la Alhambra, aunque es de un pueblo de Granada. La vio por fuera y no se le olvida. Según ella, es hermosísima y, siguiendo lo que dice la tele, amén de que se inventa palabras, ‘la Alhambra tiene mucha nombrería’. Ésta es mi abuela, natural, suya.

A mi abuela no le gusta el mar, no lo conoce. Pero ella es, sin saberlo, todo un océano. A ella le debo todo,  cosas que están detrás de la Luna . Mi primer acertijo, donde Pingo Pingo es chorizo y Mango Mango un perro, mis palabras extrañas, como alacena, liebres magallonas o pillacorbata, mi pasión por los cuentos que con tanto mimo ahora escribo, porque ella de siempre contó historias, un juglar moderno del que no te cansas, porque la misma historia nunca es la misma en sus labios, ya torcidos por el paso de 93 años. Ella siempre es nueva para mí:

Tiene la historia de una bomba que mató a una amiga suya en la guerra, de cómo aprendió de los moros a decir cebolla en árabe, la historia de la belleza de sus hermanas en el pueblo, de cómo se metía con la tonta de allí dónde nació con las compañeras de aventuras y cómo se hizo esa cicatriz en el muslo que se tapa con su enlutada (¡Ay de mi abuelo!) y sempiterna falda, de la vez que bebió porque su hermana la emborrachó y ya nunca más probó el alcohol,…

Pero la demencia senil o el alzheimer o como cojones se llame ese embrión olvidalotodo está erosionando tus cabellos, abuela, ya cortos y tristes, está haciendo obedecer a tus párpados cada vez más la la ley de la gravedad, está haciendo de tus labios dos líneas paralelas, muy simples y complejas, muy de maderos ardiendo, muy de versos acabados y releídos, está haciendo de tu cuello un papel plegado, una cordillera de lo que tú nombras pellejo, de tus manos un fácil acertijo de venas y un mapa de lo pálido, de tus ropajes el más conocido de los secretos y de tu voz un tesoro cada vez más y cada vez más y cada vez más codiciado.

Por eso me siento orgulloso de poder decirte, abuela María, que aquella noche abuela te recordé que te tomaras las pastillas mientras hacíamos del sofá una cama. Y tú, que me escuchas hasta en el silencio, me hiciste caso, sin rechistar, y te las tomaste con la benevolencia de los árboles maduros, tragando mansamente, con una ola serena de saliva, mi consejo. Y aquella noche dormiste plácida, de mármol, sin pesadillas. Y por eso abuela puedo decir que yo he matado monstruos por ti. Tus monstruos. Porque te ayudé a matarlos aunque no supieras que te defendía. Y si alguna vez vuelven, di una palabra al aire, la que sea: castillo, pepitoria, Granada, recuerdo,…que allí estaré yo, sin espada, sin escudo, es cierto, sólo yo abrazándote, matando tus monstruos cada noche hasta el día que no podamos defendernos del monstruo último. Y me mancharé las manos si hace falta hasta entonces. Porque no quiero que olvides. Porque ya sé cómo hacerlo. Ya maté monstruos por ti, aquella noche. Y los volvería a matar, abuela. Y los volveré a matar.


sábado, 10 de noviembre de 2012

Star Wars ep VII, la Amenaza de Mickey Mouse... Maemía, qué juego de palabras más pésimo...


Una de las noticias más sonadas en el mundo de la industria audiovisual: The Walt Disney Company (Disney, Pixar, Marvel, ESPN, ABC –pero no el periódico, chistaco) ha comprado la empresa Lucasfilm (Industrial Light and Magic, Skywalker sound, LucasArts) por cerca de 4000 millones de dólares. Ya me imagino yo a unos cuantos frotándose las manos con tal fruición que les va a desaparecer la piel de sus apreciadas extremidades (superiores, se entiende). Pero la noticia va un poco más allá. Disney ha anunciado una séptima entrega de la –grandiosa- saga Star Wars. Aquí ya uno empieza a mosquearse. Si George Lucas defecó un poquito sobre Indiana Jones y el –abominable- Reino de la Calavera de Cristal (un poquito de cristal sí que se tuvo que tomar para trabajar en tamaña monstruosidad), no puedo ni imaginar lo que ocurrirá con la saga que encumbró a Lucasfilm a los altares del cine de ciencia ficción.


Por si esto fuera poco se habla de una tercera saga. Lo que sumaríamos al episodio VII los VIII y IX. Vamos a ver, ¿qué necesidad hay? (aparte de que cada vez que se menciona Star Wars hay unos señores a los que se les aparece el símbolo del dólar en los ojos). Los prescindibles episodios I y II ya tuvieron lo suyo, pero continuaron, de una manera u otra, con la línea de la trilogía original (IV, V y VI). El episodio III merece una mención aparte porque es, en mi opinión, la mejor de la última trilogía realizada o, al menos, la más parecida a las películas de Leia, Luke y Solo. Pero, siendo sincero, lo admito, iré al cine a verla. Solo espero que los diez (DIEZ!!!) euros de la entrada merezcan la pena, que Lucas haya aprendido de los errores del pasado –vuelta a Indiana Jones y a la segunda trilogía de Star Wars- y vuelva a hacer la magia que tan bien se le daba en los ’70-’80.


Pero aparte de lo que nos pueda parecer otra prolongación de la saga o una sobreexplotación del producto, no cabe duda de que esta compra va a suponer un gran avance para las dos partes: por un lado, Lucasfilm va a entrar dentro de un conglomerado de magnitudes incalculables, con todo lo que ello supone: medios técnicos y humanos, promoción, una cierta seguridad en el éxito del producto a nivel de taquilla… Y para Disney afianzarse aún más como la primera empresa audiovisual del mundo. Y no nos preocupemos por que Disney “infantilice” Star Wars –un pequeño paréntesis, entre los innumerables títulos producidos o distribuidos por cualquiera de las filiales de Disney encontramos joyas como Pulp Fiction, Kill Bill, Trainspotting o la poco apta para mentes cándidas Saw. Cualquiera que conozca cómo funciona esa empresa va a ver que pondrá a disposición de la saga los mejores profesionales que tengan en nómina. De hecho ya se conoce un nombre para el guión del episodio VII: Michael Arndt, guionista de En Llamas, la segunda parte de Los Juegos del Hambre, ganador de un Oscar por la magnífica Pequeña Miss Sunshine y nominado por la no menos genial Toy Story 3 (¿qué dices?¿que aún no la has visto? Corre a verla…). Aún no se sabe quién va a hacerse cargo de la dirección pero suena con fuerza el nombre de Brad Bird, habitual de Pixar y director de la maravillosa Ratatouille. Ya solo falta que de verdad saquen una buena historia y no se carguen Star Wars. A nadie le gusta ver a Chewbacca llorando. Lo que está claro es el interés económico de Disney en todo esto, no solo en cuanto a los ingresos en taquilla sino a los ingresos que van a recibir con los brazos abiertos por la venta de productos con licencia, vamos, merchandising.

Ya han pasado unos añitos, pero se rumorea que Mark Hamill y Carrie Fisher aparecerán en la séptima entrega
 
En definitiva, que está claro que Disney ya no es el ratoncito amigable por el que nadie daba un duro. Sería más bien un agujero negro que va absorbiendo todo lo que huela a dinero. Pero, por favor, dejemos los clásicos tranquilos porque así están bien. Y lo vuelvo a admitir, veré esa película, pero está claro que, para bien o para mal, va a estar a años luz de la trilogía original. Y, hablando de clásicos, Warner tiene en mente la segunda parte de Casablanca (WTF??!!). Parece ser que el guionista de una de las joyas del cine clásico dejó un manuscrito (cada vez que pienso en esta palabra me imagino a un señor con una larga barba blanca escribiendo en un pergamino… no viene a cuento pero ya hacía tiempo que no se me iba la cabeza) con la continuación de la historia. Volviendo a Star Wars, como aparezca algún personaje como el adefesio de Jar Jar Binks le vamos a poner dos velas negras al responsable de tal delito. Avisado estás.
 

miércoles, 17 de octubre de 2012

Rodarán Cabezas

Solo escribo esto porque se supone que por alguna extraña y estúpida razón es esencial que lo haga para hacer acto de presencia, como si mi nombre en “Contribuyentes” no fuese honor suficiente. Tranquilos, yo no voy a aburriros con películas dogmáticas,  ni museos interminables, ni partidos de fútbol anti-culturales… no, yo escribo sobre algo que a todos nos gusta lo aceptéis o no. Yo os aburriré con videojuegos, eso que nos acompaña durante gran parte de nuestra niñez y pubertad pero que importa a una, mayor de la que imagináis, parte de adultos. Adultos que entre tu y yo siguen siendo unos críos inmaduros aunque todos sabemos lo divertido que es serlo, ¿a que si?

El juego de PC (es lo que hay, tengo que empezar por un juego que pertenezca exclusivamente a la mejor plataforma para jugar que existe actualmente) que tiene el honor de ser el primero (y probablemente el último, quién sabe) es el que fuera estrenado ayer día 16 de septiembre de 2012 por la compañía Indie “TornBanner Studios”, un juego de acción en primera persona que lleva por nombre “Chivalry”. Irónico que lleve dicho nombre (Caballería) teniendo en cuenta el dudoso honor en la lucha de la mayoría de sus participantes, entre los que me hayo. Pero aceptémoslo, el último caballero con honor que hemos visto ha sido Edward Stark y todos sabemos como acabó (“uno simplemente no puede vivir para siempre”) la caballería es muy bonita si, pero no se aprecia muy bien cuando tu cabeza rueda por el suelo. Y creedme cuando os digo que en este juego ruedan cabeza, literalmente, el juego te permite degollar a tus oponentes. Para que os hagáis una idea se trata de un juego en primera persona online como los actuales de guerra moderna pero en lugar de armas de fuego se usan armas medievales. Ya esta, con eso podemos zanjar el asunto y decir que es mejor que cualquiera de los juegos que hay ahora mismo en el mercado. ¿No? ¡Tienes la posibilidad de cortar la cabeza a un jugador que no conoces de nada y hacer que su esta ruede mientras otro corre por detrás ardiendo en llamas! No hay nada que pueda hacer para describir el gozo psicótico y de dulce placer que te embriaga al mente en momentos como ese, y no hay ningún otro juego online actual que lo consiga de forma tan esplendida como lo hace Chivalry.



Los sonidos de la batalla son súblimes logrando meter al jugador en el fragor de la batalla. La escala es impresionante consiguiendo hacerte sentir parte de una guerra mayor que tú en la que no eres más que uno de los cientos de soldados que morirán 10 segundos después por una estocada de lanza, quemadura por aceite hirviendo, flechazo en el gaznate, tajada de espada, cercenamiento del brazo por hacha, acuchillamiento de daga o porque simplemente no miras por dónde vas y te caes de un acantilado (solo me pasó una vez…)
 
NickCasiDecapitado en su años mozos.

http://7.mshcdn.com/wp-content/gallery/10-hot-indie-games-to-watch/chivalry.jpg
He de admitir que en momentos como este ya no se ni a quién o qué estoy atacando.


Además, aunque es muy divertido matar por matar Chivalry cuenta con varios modos de juego entre los que se incluyen los típicos del genero pero hay uno en el que quiero hacer hincapié; Objetivos en Equipo. Este modo trata en una serie de objetivos marcados que ambos equipos deben hacer para pasar al siguiente paso lógico. Para que os hagáis una idea, si el primer objetivo era conquistar y saquear el pueblo, el siguiente sería mover el equipo de asedio hasta la puerta del castillo y una vez hecho este, derribar la puerta y así sucesivamente. Todo esto sin necesidad de cargar mapas nuevos, ¿entendéis ahora a lo que me refiero con “gran escala”? En este ejemplo el equipo atacante deberá completar los objetivos hasta llegar al último y ganar la partida y el equipo defensor deberá impedírselo hasta que se acabe el tiempo que dure la partida. Es algo que se había intentado hacer antes pero nunca lo había visto tan bien implementado como en Chivalry.

 
Todo lo anterior más el añadido de que tan solo cuesta 17.99 Euros hace de este titulo uno de los mejores de su género que ha cosechado este 2012. ¿Qué será el mejor del año? Pues sinceramente está difícil puesto que tiene competencia directa con “War of the Roses” (combate medieval en tercera persona online) y los todavía por estrenar “Free to play” MechWarrior Online y Planetside2 (aunque estos dos últimos siguen la ruta futurística) ambos actualmente en versión beta.

Esto lo añado para demostrar que me he documentado acerca del producto... y que coño, para fardar.

Trailer Promocional:

http://www.chivalrythegame.com/



viernes, 29 de junio de 2012

Lost in Trainslation


Hay una joven, bastante hermosa, de pelo leño, del color de las piedras y las uvas del suelo, esperando. El tren del andén contiguo al que ambos cogeremos llega, pero ella parece ver más allá de ese tren, cree poder ver el horizonte. Y sonríe y se desploma en cada movimiento de sus ojos. Alguien a su lado registra una maleta y hace ruidos atroces de papeles. Como yo, ella ve como el tren se va, pero sus ojos miran el horizonte, demasiado largo y continuo. Me gustan las personas que transparentan lo opaco y se saben poderosas. Así comienza mi viaje.

Un auténtico recorrido que no diferencia infierno de suelo, de cielo o de paraíso. Están cayendo las gotas de calor de las nubes dichosas. Un calor terriblemente húmedo. Una muerte constante. Es tan difícil elegir entre la lluvia y el encierro. Acaso no son la misma cosa, pregunto. No me respondo. Sigue lloviendo calor. No llega el tren. La chica está ahí, mirando. Tal vez la quiera. Hay, además, una pareja. Se besan como las gotas que bajan por los cristales aún calientes. Se hacen carantoñas sin medir la distancia entre ellos. Y ella ríe. También admiro a quien ríe cuando le besan. Admiro tantas cosas que no tengo o que perdí. Soy un admirador. Pero para admirar antes observo. Es decir, que toco los detalles. Es decir, que necesito mis ojos. Es decir, que escribo.



Empiezo a pensar que tal vez yo esté quieto, estancado, sin otra posibilidad que estar sentado en este estúpido tren que acaba de llegar y que hará el mismo camino que acaba de hacer, y, sin embargo, no organiza una revolución. La revolución de los trenes. La única revolución necesaria. Pues empiezo a pensar que estoy cayendo en el abismo de mi asiento y que es la tierra que veo tras mi ventana la que se mueve hacia mi atrás, perdiéndose, revolucionándose. Y entonces recreo en mi mente todo lo que ya no veo. Y tienen la belleza inútil de las cosas que no vemos. Todo porque creemos que el arcoíris acaba en el suelo y no que se enraíza y crecen olmos y abedules y otras fieras de extrema tranquilidad.

En unos asientos delante de mí hay tres señoras mayores, de unos 60 años, de las que ven la telebasura y ellas cada vez son más basura entre tanto maquillaje. No paran de graznar. Y graznan sobre quién se la metió a quién y quién se la chupó al primero que la metió. Pero hablan con nombres que suenan a eufemismos. No se callan. Desearía que hubiera muerto alguien sin importancia y que ellas le conocieran y hubieran tenido que ir al entierro y no estar ahora en este tren. Pero estas cosas no se pueden decir en público, porque la gente se cabrea cuando se dicen las bárbaras verdades. Y hay un señor que ronca. Yo también ronco, y vomito, y me afeito, pero son cosas que no se hacen en público, porque la gente se cabrea cuando se hacen las bárbaras acciones. No paran de graznar, y odio, por ese instante (y a partir de ahí para un siempre de tres años), al destino. Y le acuso de traidor, como traidores los bueyes que sacan al toro vencido del ruedo.

Y mientras, en mi tren, piensas en la película que estás viendo o creyendo ver, ‘My Fair Lady’, y piensas que nadie sabe usar las palabras como tú, pero la quitas, porque le das demasiada importancia  a las palabras y puedes morir, asesinado, como Neruda. Y miras el cristal sobre el que caen las gotas como cuerpos haciendo el amor, uniéndose y dejando su huella, y más allá ves Madrid, y piensas en tu familia. ¿La familia? Duele, como casi todo. Es amor, es decir, no vas a sobrevivir. Duele como no ser correspondido en las cartas o como destruir tras toda una tarde de arduo trabajo en la playa, tu castillo de arena. En lo más profundo, duele, porque es amor. Ahí mi reflexión. Me quedo dormido, o eso creo, porque me besan. Ha tenido que ser un sueño. Siempre me besan en los sueños. Pero yo nunca beso en los sueños de otros. Me da miedo crear falsas expectativas o que me roben, oníricamente, besos. Así me va. Por eso cojo trenes. Por eso sufro de insomnio, y mientras mi vagón entero se ha puesto de acuerdo para tocar en las orquesta de ronquidos del coro de Babel, yo me pongo los cascos y me pongo algo de Cat Stevens. Y miro por la ventana y envidio el reflejo que en él proyecto. Es algo complicado lo que entonces siento, por eso no digo nada y cierro los párpados, también calientes. Estoy seguro de que sí estoy durmiendo.




Llego a Jerez. Despierto. En la estación me esperan gentes con los brazos abiertos y muchas mujeres con las piernas cerradas. Entre ellas la chica que miraba el horizonte. Sé su nombre. Se llama Soledad. ¿La conoces tú?

domingo, 17 de junio de 2012

E.T. es lo más parecido al Hombre Mierda que he visto en mi vida

Por una de estas catastróficas desdichas de las que no sabes ni cómo ni cuándo, ni dónde ni por qué, ni si es  Kim Básinger o Basingér, me encontré con que en el Feisbuc unos amigos iban a ir de soslayo a un espectáculo tal que la virgen lloró sangre y Paquirrín trabajó. ¡Qué hombre Paquirrín eh?! Chapeau! Me quito el sombrero ante su soberbio don, porque esto es un don, de no hacer nada, que te paguen y tirarte a la tía más buena que podías imaginar. Y sin defender a los enanos ni nada. Libre, como el pedo nuevo. Libre como, no sé, David Meca salvaje.

Jejejeje ¿Sabéis qué hace en su vida? Nada ¿Lo pilláis? Del verbo nadar JAJAJAJAJAJA No, al manicomio otra vez no!!

Bueno, pues al final resultó que gracias a una página de Internet de la que no diré el nombre (¡pero yo sí, Atrápalo! +¡A que te mato!), conseguí agenciarme una entrada para el show, el cuál consistía en una horaza y media (si digo horaza siguen siendo 60 minutos, pero 60 minutos hechos de 60 segundazos) de monólogo del cómico al que tanto admiro, venero, deifico, rezo e incluso sacrifico algún que otro cani por él, Ernesto Sevilla. Para quien no lo conozca diré que es Ernesto Sevilla (-Ernesto, te presento a quien no te conoce. Quien no le conoces te presento a Ernesto Sevilla). Y ahora que estamos todos presentados diré que a pesar de la turba ingente que allí se aglutinó sin miramientos por el horario infantil ni parafernalia varia, estuve en primerísima fila. Y entonces él llegó con su corcel blanco y su espada en forma de micrófono (Toma metáfora loca ahí, que ni Bécquer vamos) y se dispuso a soltarnos la mandíbula. Y claro, yo estaba en primera fila, y me miró y me sonrió, y,... ¿sabes de esas veces que crees que estás en el momento adecuado y en el lugar adecuado? Pues yo no lo estaba, porque nada más empezar a hablar soltó un gapo que me cayó en todo el ojo izquierdo... aún lo conservo en mi cuarto.

A lo que iba mequetrefes. Que estaba yo disfrutando todos y cada uno de sus gags, de sus historias sin sentido, de su voz que cambiaba de registro como las avestruces, cuando me di cuenta de una cosa: menuda pedazo de tamaña cabeza tiene el tío este, y en cuanto lo dije, empezó a hacer chistes él mismo sobre su cabeza (sobre su cabeza superior, la que tiene el cerebro, que nos conocemos diablillos). Y sentí que entre nosotros había feeling. Bueno, feeling y un escaso metro y medio de aire.

Tengo tal cabeza que al calcular la renta per cápita a mí me cuentan por tres (Esta es  fina eh?)

To another thing, butterfly (traducir para entender la rima graciosa). Yo no paraba de despollarme, cayéndome sobre el escenario, aplaudiendo como una morsa cuando se te queda la risa sorda que no sirve para nada, cuando, sin venir a cuento, el señor mayor que estaba a mi lado, cuyo nombre era Cristóbal, fue requerido al escenario por una simple razón: era igual que Rubalcaba. Pero es que era clavado. Cristóbal era más parecido a Rubalcaba que Rubalcaba per se. Una cosa bárbara. Total que empezaron una serie de chistes, de los cuales algunos ya me conocía por un programa de televisión, el cuál no nombraré (¡pero yo sí, El Club de la Comedia! +Te lo avisé... -AAGHHAGGAHH). Aún así los iba mezclando con partes desconocidas que hicieron las delicias de los que allí nos congregábamos ante un mesías moderno. El monólogo versó sobre temas tan dispares que anexionarlos a buen seguro fue un arduo trabajo ...

...

MENTIRA! El monólogo sí que se sirvió de un montón de temas pero la forma de unirlos es como tener una conversación con tu madre: -Mamá, creo que voy a suspender. +No digas eso hijo, y ¡tápate la boca si sales a la calle!  -Que sí mamá, que me ha salido fatal el examen. +Bueno pues otra vez será, y que sepas que la zanahoria es buena para la vista. Pues más o menos fue así para que me entendáis. Eso sí, habló de política, del fin del mundo, de sus padres, de su infancia, incluso de los extraterrestres, que ya ves tú qué tendrán que ver los extraterrestres con el fin del mundo, porque con política vale, pero con el fin del mundo (Esto es humor inteligente amigos).

E.T. jugando a los marcianitos (Esta es sutil también)

Total, que pasada la horaza y media, y tras haber habido (pongo esto para que no me den el Pulitzer tan rápido) un descanso de 10 minutos en el que se despidió al ritmo de Back in Black de AC/DC, pues subió de nuevo a tres personas del público (entre ellas Cristóbal, que si hubiera llorado, de sus ojos habría emanado whisky) para que cantaran con él, a modo de despedida, la canción de esa palabra que se está perdiendo su uso de forma paulatina: Hijodeputa. Y la cantaron. Y la cantamos. Y David Meca cantó. Y mi gapo cantó.

Mis gafas de natación me dan PODEEEEEEEEER

Pues lo dicho. Si alguna vez podéis, ved algunos de sus monólogos, pagadle a ese hombre para que coma y siga vivo, pueda hacer más monólogos, yo pueda seguir viéndolos, haga otra entrada en este blog, vosotros la leáis, yo os pida que si alguna vez podéis, vayáis a ver algunos de sus monólogos, con lo que él pagará su comida y seguirá vivo, hará más monólogos, yo iré a verlos, y etc, etc, hasta que Paquirrín tras el fin del mundo haga algo y nos dominé a todos.

Y al séptimo día, la genética dijo: 'Con esta familia me voy a despollar'