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lunes, 5 de noviembre de 2012

"Tonight we are young"

Si hay algo que admiro de las series que nos llegan desde las costas de la pérfida Albión es la brevedad bien entendida de sus temporadas, lo concisas que se conforman con ser. Se ven en un suspiro, y encima disfrutándolas, y te pones con otra cosa. Así da gusto, y palidecen a su lado, y es que no hacen otra cosa que palidecer, las series españolas, de las que muchas veces se emiten capítulos según cómo vayan acompañados del share (verbigracia: cuando Antena 3 se pasó un año entero echando capítulos de Aquí no hay quien viva sin repeticiones, consiguiendo que la serie se desgastara en tiempo récord). Yo vi Sherlock en algo menos de tres días, y ya que estoy la recomiendo con fervor y fanatismo, pues las películas de Robert Downey Jr, aunque salga Robert Downey Jr, son una birria comparadas con ella. Que parecen la versión de Garci de la obra de Sir Arthur Conan Doyle, vamos. 

"¿Quién ha dicho esta memez?"

   No estoy aquí para hablar de Sherlock, sin embargo (lo cual es una lástima, porque llevo esperando la tercera temporada lo indecible). Voy a hablaros de otra serie, porque hace mucho tiempo que no termino un libro y que no puedo por lo tanto escribir sobre él (me metí en el embolao de leer Ana Karenina, y aquí sigo perdido entre Petrovich y Flautovs). En fin, Misfits. Una serie británica que lleva tres temporadas en antena, recién estrenada la cuarta, y que supone, sobre todas las cosas, un caso paradigmático de cómo los actores y sus egos (o gilipolleces) pueden llegar a destrozar un gran trabajo. Como ocurrió en Siete vidas, en la ya mencionada Aquí no hay quien viva, y en otros muchos honrosos ejemplos patrios. 
   Misfits va de gente con poderes, originados en una misteriosa tormenta que asola Londres y de la que no se llega a descubrir nada más, ¿para qué molestarse en mutaciones o picaduras de insectos, que no son mucho más creíbles? Toda la ciudad queda tocada, infestada de freaks con poderes a cada cual más absurdo, pero el guión se centra en un grupo de chavales que cumplen servicios comunitarios por hacer alguna chorrada. Estos chavales son, casi sin excepción, bastante imbéciles (oséase, normales), y no se plantean en ningún momento utilizar sus poderes por el bien común, conformándose con intentar lidiar con los problemas que su nueva situación les acarrea. La premisa es interesante como podéis apreciar, y da para una gran cantidad de humor negro y bestia, que es lo mejor de Misfits

Mierda, me equivoqué de foto

   Así, tenemos entre manos una serie cuyo género vaga entre la ciencia ficción (aun cuando los efectos especiales son, imagino que premeditadamente, espantosos), el drama social (pero tampoco es que nos tomemos las problemáticas y marginadas vidas de estos jóvenes demasiado en serio) y la comedia gamberra (donde sí que consigue su objetivo, con chistes cafres, guarradas y mala leche por un tubo). Es a causa de esto último por lo que yo les recomiendo esta serie a los amiguetes. Además, la mayoría de los capítulos son entretenidos, dirigidos con ritmo frenético y mucho movimiento de cámara, por aquello de resultar más rompedor, y tienen una banda sonora muy adecuada y cañera (aunque suene Joy Division en cierta ocasión).  La serie ideal para la chavalería, a fin de cuentas. 
   Y de hecho, sin más cinismos que nos valgan, las dos primeras temporadas de Misfits hacen alarde de una vitalidad envidiable. Una de seis y otra de siete capítulos (lo que os decía al comienzo del artículo), y ambas impresionantes, con algún capítulo flojo siempre pero que saben disimular con mucha pirotecnia y algún chiste a tiempo de Nathan. 
   Ah, sí. No he mencionado a Nathan, y debería hacerlo cuanto antes, porque Nathan es Misfits. O lo fue. Este personaje es sin duda el más imbécil, al que le pegarías un guantazo por cada idiotez que hace o dice, pero del que no puedes evitar partirte el culo (la mecánica de la serie no consiste en otra cosa que en reírte de las desgracias de los protagonistas). El actor que lo interpreta, o interpretaba, es Robert Sheehan, y hace un trabajo colosal componiendo a un ser odioso pero morbosamente atrayente. Si la serie mola tanto, o molaba, es a causa de él. Sin discusión. Luego alguno dirá "Pues Rudy...". A callar.
   Tan efectista uso del tiempo pretérito se debe a que Robert Sheehan descubrió así como por iluminación divina que quería hacer cine y se piró de la serie en la tercera temporada, dejándolos a todos con el culo al aire. Quedaron Simon y Kelly (la adorable choni a la que es imprescindible escuchar en versión original), y Curtis y Alisha (siendo estos últimos los personajes más insulsos, patéticos y mierders). Ah, y metieron al pobre Rudy, que no está mal pero no es Nathan (y por no serlo se granjeó un odio inmerecido por parte de casi todo el planeta). Con este panorama la serie tuvo una tercera temporada para el olvido, con algún que otro episodio decente, pero con una mayoría aburrida y mediocre. Y como la gente la seguía viendo, se decidió continuar con la producción de capítulos, y prolongar la agonía. 


   Y eso que hubo problemas a mansalva. De hecho, a causa de una serie de catastróficas desdichas (destacando lo ocurrido con Lauren Socha, que es ciertamente hilarante), en la cuarta temporada sólo ha quedado un miembro del reparto original, y no diré quién es porque no sé cómo de pequeña es la distancia que me separa ahora mismo de los spoilers asesinos, pero os adelanto que es uno de los más mierders. Yo, de momento, paso de ponerme a verla. Ni siquiera tenía que haber visto la tercera temporada, pudiendo haber empleado ese valioso tiempo en hacer deporte o en ver los capítulos que me faltan de Cuéntame cómo pasó.
   A lo que concluyo. Le recomiendo Misfits a todo el mundo, pero sólo las dos primeras temporadas. Luego si ya estáis con el mono podéis ver el resto, siendo eximida mi persona de responsabilidades. En los trece capítulos iniciales disfrutaréis de una serie adictiva que no tiene un gran guión pero sí un par de ideas cojonudas (hay un tío que tiene el poder de controlar la leche, y el que no piense que eso es una genialidad no merece otra cosa que desprecio), un sentido del humor prodigioso, y, sobre todo, disfrutaréis de Nathan. El nuevo gran héroe adolescente, recogiendo el testigo de Holden Caulfield, Seth Cohen y Carlitos Alcántara.
   Y qué mejor manera de concluir el artículo que dejándoos con la reproducción del discurso que éste se marca en el último capítulo de la primera temporada. Pura épica transgresiva, que diría Robe Iniesta:
    
   ¡Somos jóvenes! Es normal que bebamos demasiado, es normal que tengamos mala actitud y que queramos follar como conejos, ¡estamos diseñados para la juerga! ¡Es lo que toca! Sí, algunos palmarán de sobredosis o se quedarán de la olla, pero Charles Darwin dijo que no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos, ¡y de eso va todo, de romper huevos! Y por huevos me refiero a ponerte ciego con un cóctel de pastillas. Si pudierais veros... Me parte el corazón. Lo teníamos todo. La hemos cagado, más fuerte, y mejor que ninguna generación antes de la nuestra. ¡Éramos preciosos! ¡Somos unos inútiles! Yo soy un inútil, y pienso ser un inútil hasta los veintimuchos, o incluso hasta los treintaypocos, ¡y me follaría a mi propia madre antes que dejar que me quiten eso!

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Mad World

En estos tiempos tan decadentes, desencantados y desengañados, se han alzado  poco a poco varias voces defensoras de una nueva y tímida máxima que, tiempo y calidad mediante, ha ido calando más hondo, y ganando más adeptos. Por lo visto, hoy en día podemos encontrar el mejor cine en la propia televisión, en la mal llamada (siempre que no hablemos de TVE, o de Tele 5, o de Cuatro, o de Intereconomía, o de todas las principales, o de todas las autonómicas, o de la mayoría de los canalillos del TDT) caja tonta. La pega es que, como en el cine, también hay que pagar y hacer cálculos sobrehinchados de IVA. O buscar en Internet, como hemos hecho siempre con todo.
   Sin embargo, en EEUU hay gente que paga por estas cosillas (gilís) y gracias a ello a los grandes canales de pago (AMC con la serie de la que hablaré a continuación, Showtime con la cuasi porno y cuasi perfecta Californication, o HBO con absolutamente todo lo que hace) les sale rentable gastarse sus milloncejos en producir capítulos de ambientación y efectos acongojantes, en recurrir a actores reconocidos, y, sobre todo, en contratar guionistas. 
   Y uno de éstos es Matthew Weiner, guionista de la quinta y sexta temporada de Los Soprano, y creador, por si fuera poco, de Mad Men, la gran serie de la que todo el mundo ha oído hablar, y que ojalá a todo el mundo le diera por ver. A mí, este verano, me ha dado por verla, un capítulo tras otro, desarrollando un mono muy intenso y sofisticado, que se dio de bruces con el final de la quinta temporada. Y así está ahora mi vida de vacía.

La secuencia de los créditos es una maravilla. Hasta salió en Los Simpson (aunque en un capítulo malo, obviamente)

   Cosa curiosa, Mad Men se limita a retratarnos el día a día en una agencia de publicidad de los años 50/60 al tiempo que entrecruza ciertos sucesos históricos con el devenir de sus protagonistas (vamos, como Cuéntame cómo pasó pero sin montajes cutres y sin Carrillo fingiendo tener ochenta años menos). No es más que eso. No hay ni violencia, ni tacos, ni siquiera sexo (o al menos en la medida en la que HBO nos tiene acostumbrados). Únicamente la, por otro lado previsible, sobresaliente ambientación, un plantel de actores soberbios, desde el primero hasta el último, y un guión que, simple y llanamente, es una joya. 
   Sin embargo, como la ambientación sólo llena del todo a los modernillos y a Garci, y hasta Al Pacino puede llegar a resultar indigesto si no cuenta con unos diálogos mínimamente decentes (como le ocurrió al pobre en Righteous Kill, una película que me hizo vomitar y que aún hoy me dan naúseas sólo de pensar en ella), es obvio que la razón del éxito de Mad Men, y su mayor virtud, radica en el guión, una obra de relojería suiza, poseedora de un dinamismo digno de Aaron Sorkin y que deja a la altura del betún a todo lo que puedan intentar las series españolas. Lo cual, dicho sea de paso, no es que sea muy difícil. 
   ¿Qué destacar de un guión así, aparte de todo? Por un lado, ciertos diálogos que son una gozada, y las situaciones que de ellos se desprenden (muchas atesorando un humor negro inaudito, sobre todo a partir de la tercera temporada). Y, por otro, el diseño y evolución de TODOS los personajes. No hay ni uno flojo, o que sobre. Todos tienen su trasfondo, sus momentos de lucimiento. Y, además, la serie consigue que siempre en algún momento te caigan mal o te caigan bien, para finalmente acabar amando a la mayoría.

Todos y cada uno de ellos son sublimes

  Tenemos al protagonista, al apuesto Don Draper, interpretado con oficio por Jon Hamm, a la sazón productor de la serie en su quinta temporada, un hombre de oscuro pasado y compulsivamente infiel que podrá caer mejor o peor, pero que no hay duda de que posee una personalidad arrolladora (empezando porque es capaz de echar violentamente de su despacho a clientes millonarios sólo porque no les ha gustado su idea, ahí, con dos cojones). Luego está Betty Draper, su mujer (January Jones, quien tiene aquí mucho más diálogo que en X-Men: Primera generación, pero tampoco mueve las cejas mucho más), un nuevo ejemplo de caracter bien construido y evolucionado (salvo alguna meada fuera del tiesto como la que se marcan los guionistas en la quinta temporada), sin que eso implique que me caiga precisamente bien. Mucho más simpática me resulta Sally Draper, la hija de ambos, una ricura de niña que protagoniza algunos de los mejores momentos del show.
   Y ya, hablando de la adorable Peggy Olson (Elizabeth Moss, ciencióloga, y el mayor acierto de cásting), pues, bueno, mi personaje favorito. Una chica de pueblo inocente y confiada que comienza como secretaria de Don Draper para llegar mucho más lejos. La podríamos considerar la coprotagonista de Mad Men pese a ser, irónicamente, una mujer, y es que su relación con Don, entrañable y original, sin duda es una de las piedras angulares de la trama.
   Luego tenemos a Pete Campbell, otro personaje interesantísimo, un publicista de ambición desmedida y escasos escrúpulos que no es tan malo como parece (o no demasiado); Roger Sterling, jefe de Don, indudablemente el responsable de los momentos más humorísticos; Joan Holloway, jefa de secretarias, que está buenísima y tiene una evolución grandiosa, para no variar... Y ya acabando, otros personajes memorables como Lane Pryce (inolvidable su papel en la quinta temporada), Bert Cooper, Megan, Kinsey, Duck Phillips, Anna Draper...
   El secreto de Mad Men está en sus personajes, en lograr que la gente empatice con ellos en mayor o menor medida, puesto que su trama, en realidad, no apasionaría lo más mínimo de no ser por ellos. Todo lo que les pasa se nos revelaría insustancial y casi con trazos culebroneros (oh, epiquísimo, ahora la agencia Sterling & Cooper trabajará con tabacaleras, oh, no sé quién se ha vuelto a quedar preñada), sino fuera por ellos y por sus ingeniosas y mordaces réplicas, arrojadas a lo largo de unas temporadas sucesivamente mejores. También por aquellos momentos en los que Don Draper se nos ofrece tan vulnerable, por ésos en los que Roger Sterling hace el payaso, por aquellos otros en los que Pete Campbell se lleva alguna hostia, por esos muchos en los que Joan se pasea por los pasillos meneando ese culo tan gordo y perfecto que Dios le ha dado...

"¿Por qué seguís viendo La que se avecina? ¿Por qué?"

   Una serie inolvidable, que aún no ha concluido (quedan dos temporadas más, según Weiner), y que de constituir una larguísima y apasionante película se haría con todos los Oscar habidos y por haber. La mejor serie de la actualidad ¿Mejor que Boardwalk Empire? Me da un poco de pena admitirlo pero sí. ¿Mejor que Juego de Tronos? Estooo... a ver. Juego de Tronos tiene dragones, y a Tyrion, y mucho más sexo. La muy perra juega con ventaja. Y aún así, la serie de la AMC constituye lo mejor que he podido ver en una pantalla a lo largo de un verano en el que he visto bastante cine. Esto de las máximas es tremendo, ¿eh?
   Si aún no la veis, deberíais. Cuanto antes. Ah, y se me olvidaba: Mad Men es la primera serie de televisión que consigue que una canción de los Beatles suene íntegra en uno de sus capítulos. Por algo será.

martes, 10 de julio de 2012

¿Por qué nadie se atreve a matar a la gallina?


La muerte, la infravalorada muerte. Tan temida como necesaria, cuando se comporta de manera justa liquida aquello que sobra. ¿Y qué sobra hoy en día? Los nuevos capítulos de Los Simpson, por supuesto. Sí, es doloroso decirlo pero las historias de Homer y compañía hace tiempo que perdieron la gracia, el gancho y la empatía que en su momento conquistaron a millones de personas en todo el mundo.

Los Simpson son un claro ejemplo de la dificultad que supone cerrar una serie de éxito. Si la serie no encaja desde el principio pues no pasa nada, la eliminas de la parrilla y si te he visto no me acuerdo. En Estados Unidos, haciendo honor al apelativo  “país de las oportunidades”, lo que suelen hacer es pasar una serie que está a punto de morir al viernes noche para ver si así remonta un poco el vuelo, pero casi nunca suele suceder. Lo único que consiguen es ofender al equipo de la serie en cuestión. Es como si eres director de cine y ponen tu peli el sábado a las cuatro de la tarde en Antena 3, la gente ya da por hecho que va a ir sobre un marido que maltrata a su mujer o que la mujer tiene un amante que esconde un pasado muy oscuro (¡¡¡¡¡ES UN CHINO NEGRO!!!!!!) pero, sobre todo, que va a ser un truño del tamaño de Springfield (hey, qué bien hilado).

Pero, ¿se merecen Los Simpson una segunda oportunidad? No, claro que no. Los Simpson se merecen acabar ya, nada de segundas oportunidades. Los guionistas de la serie llevan 11 o 12 temporadas de vacaciones y a este paso va haber más temporadas malas que buenas. Han tenido tiempo de sobra para reflotar la serie y no lo han conseguido, dejando claro que la serie está más muerta que la carrera de Liam Neeson (macho, tú lo bordaste en  La lista de Schindler, ¿qué cojones haces protagonizando una peli con Rihanna?) y que una retirada a tiempo puede ser una victoria. Bueno, en realidad es una retirada un poco tardía pero cuanto antes te deshagas del tumor, mucho mejor ¿no?

¿Renovar una temporada más Los Simpson? Golpe de remo.

Y es que el siglo XXI le ha sentado muy mal a los seres de amarillo (y a la familia de Apu también, aquí todos o ninguno), pero especialmente alarmante es el caso de Homer. Para mí siempre ha sido, con bastante diferencia me atrevería a decir, el mejor personaje de todos. Es más, creo que es el mejor personaje de toda la historia de la televisión, pero lleva varios años en los que ha tocado fondo. Y la culpa la tiene el “genio” que decidió en su momento que, aprovechando el éxito de Padre de Familia, Homer debía parecerse a Peter Griffin. ERROR. Homer es un personaje tan estúpido como ingenioso, una fórmula que lo convierte en único. Si le quitas la parte ingeniosa, te sale Peter Griffin, un personaje que recurre a un humor fácil y estúpido. Sí, Padre de Familia me parece que está algo sobrevalorada, ¿algún problema?

Yo sé que es muy difícil mantener el nivel de las primeras 10 u 11 temporadas, que no todos los días te salen frases tan célebres como “Dios es mi personaje de ficción favorito”, pero si ves que no puedes asúmelo y cierra el chiringuito. Sinceramente no entiendo los motivos que llevan a la FOX a seguir mandando hacer capítulos nuevos año tras año. Si, la serie es la principal marca de la cadena por su longevidad, pero ya está bien. La gallina de los huevos de oro debe morir algún día porque ya no da dinero por su presente si no por su pasado, su pasado más profundo. En tema de merchandising seguirá generando millones, sobre todo en España, donde las nuevas generaciones que apenas hayan visto ocho veces los dos capítulos sobre el “asesinato” del Señor Burns  (las comillas son un spoiler, qué malote soy) podrán deleitarse unas 15 veces más al año de cada uno.

No sé si el final de la serie está cerca o lejos, pero lo que tengo claro es que Los Simpson no dan para más. Por mí, se acababa mañana mismo aunque eso suponga dejar huérfano al mundo de las series animadas. Porque, una cosa está clara, no hay relevo. ¿Padre de Familia? Parece la principal candidata pero el papel le queda bastante grande. ¿Futurama? Es una serie que me encanta pero todos sus episodios son de 7, ninguno de 10. ¿American Dad? ¿El show de Cleveland? JAJAJAJAJAJAJA. Anda me he reído más con este comentario que con estas dos últimas series. En fin, que siempre estaré eternamente agradecido a Matt Groening, pero cuando Homer me mire a los ojos y me diga “Guapito, ¿más patatitas?, le diré “Si encanto, patatitas todas las que quieras pero episodios nuevos de tu familia no, gracias”.

Yooo, no tengo gracia porque Seth Mcfarlane me ha hecho así.

viernes, 22 de junio de 2012

Por el culo te la hinco, Telecinco

Existen dos verdades inmutables, axiomáticas y oportunistas dentro de éste nuestro mundillo audiovisual. Una es que nada queda tan bien en una pantalla de cine como la enésima y clásica historia de gángsteres, con sus códigos de honor, sus traiciones, sus disparos a mansalva y sus tacos a bocajarro. No por casualidad la Historia del Cine está repleta de obras maestras cuyos protagonistas comparten el mismo y glamouroso estilo de vida, desde las dos primeras de El Padrino hasta los mejores trabajos de Martin Scorsese, de profesión dios (Uno de los nuestros, Casino, Infiltrados) pasando por las pequeñas y sublimes aportaciones de Brian De Palma, no sólo por Los Intocables, sino también por Carlito`s way o Scarface (me niego a subscribir los títulos con que los traductores españoles, en su infinita sabiduría, mancillaron estas obras). La mafia, el alcohol, las drogas, la prostitución, aquellos emos que surgieron por llevar la contraria en los felices años 20, son todos problemas aún de actualidad y triste vigencia en nuestros días (sobre todo los emos), pero que no podrían estar mejor personificados que por el sacrosanto Al Pacino (el señor que mejor sobreactúa, justo delante de Jim Carrey y meándose en Nicolas Cage), el pequeño Joe Pesci o el pofesional Robert De Niro. También metería a Ray Liotta porque, para una interpretación buena que tiene...

Ejemplo de emo pre-Gran Depresión, pre-Evanescence y pre-ojo vago

   La otra verdad es que el canal de "pago" HBO es lo mejor que hay en la tele actualmente. "It`s not TV, it`s HBO" es su lema, totalmente veraz si tenemos de por medio a toda la ficción española, exceptuando Crematorio, que no vio nadie (y Pepe Sancho nos va a fostiar de inmediato por ello, que lo sepáis), y Cuéntame cómo pasó (a la que se le están empezando a ver las costuras, por desgracia). No seguiré hablando de España por ser respetuoso con el tema a tratar, y es que de las mentes pensantes de esta cadena han surgido joyas como The Wire (serie de obligada pero dificultosa visión para todos aquellos que quieran dedicarse a la escritura de guiones o similares), Deadwood (que la cancelaron porque en EEUU también hay mucho soplagaitas) y, acabáramos, Juego de Tronos, ya reseñada y deificada en este mismo blog. Pero hoy me iba a centrar en otra de esas series que entrañan la causa de que Internet sea tan fundamental para la cultura, la información y la masturbación. Boardwalk Empire.
   Esta joya se vale de un contexto tan atractivo como el tráfico ilegal de alcohol en tiempos de la Ley Seca para desarrollar unos guiones sencillamente perfectos, recitados por el mejor reparto al que se podría aspirar. Encarnando al protagonista, el amo y señor de Atlantic City, Enoch "Nucky" Thompson, tenemos al gran Steve Buscemi, culminando una carrera respetable pero durante la cual siempre había hecho un poco lo mismo, el tonto (como en sus colaboraciones con los hermanos Coen o Michael Bay). Los coprotagonistas son Michael Pitt (proveniente de Funny Games, una película que os recomiendo fervientemente que no veáis), y Kelly McDonald (que enseñaba las tetas en Trainspotting), en los papeles de Jimmy Darmody y Margaret Schroeder. El primero es, al menos para mí y pese a su peinado, el personaje más interesante de todos, un joven de ambición desmedida que tiene por esposa a un ángel bisexual llamado Aleksa Palladino y por madre a una bruja casi tan joven como él (siendo la relación entre ambos una grandísima y retorcida idea).

La fealdad del tipo de la derecha es directamente proporcional a su talento interpretativo

   Empero, esto es la HBO, y hay una ingente cantidad de personajes más allá de los mencionados, los cuales pueden caer mejor o peor o lidiar con tramas más o menos aburridas, pero todos mostrando una caracterización sobresaliente y grisácea, como está mandado. Elias Thompson, hermano de Nucky, como Fredo Corleone pero con mucha más mala leche; el pobre Richard Harrow; Al Capone (uno de los muchos personajes que existieron de verdad); Arnold Rothstein (mi otro personaje favorito, el hampón más cabroncete de todos); Lucky Luciano; el agente Nelson Van Arden (interpretado por ese monstruo de la interpretación que es Michael Shannon); Chulky White (que es negro, jijiji, y el actor es Michael K. Williams, mejor conocido como Omar Little, mejor conocido como una leyenda de la televisión); el Comodoro (padre de Jimmy Darmody y un personaje bastante ridículo, la verdad); y la insoportable Lucy Danziger (cuya anatomía acabarás por conocer mejor que la palma de la mano de las pajas). 
   Una serie así, obviamente, ha gozado con el apoyo de la crítica especializada, sobre todo gracias al piloto, que fue dirigido por Martin Scorsese y costó una millonada. Sin embargo, se comentó mucho que la primera temporada, una vez que el director de Toro Salvaje se limitó a producir, adoleció de bastante lentitud. Para, posteriormente, decir que la segunda temporada fue maravillosa de principio a fin. Bien, ésta es la crítica oficial, aquí voy yo con la mía, que es la que nos importa. ¿Verdad? Verdad.
   El piloto es una maravilla, sí, pero no le hace demasiada sombra a los capítulos siguientes. Hay altibajos de ritmo, sí, hay veces que uno se cansa de tantos personajes y tantas alianzas y traiciones, y hay veces que a los guionistas se les va irremisiblemente la olla (como en el asunto de los enanitos boxeadores, que es digno de David Lynch), sí. Pero, ¿lenta? The Wire es lenta, diantre, y ese aspecto ha sido exaltado siempre como una virtud. Si una serie es lenta, atended, estudiantes de Comunicación Audiovisual y potenciales asalariados del Burguer King, es porque ha de ser así para que los personajes evolucionen y la trama se desarrolle de manera creíble y lógica, sin abusar de golpes de efecto ni, hoy he hecho los deberes, cliffhangers (en los cuales el insigne literato y pensador Dan Brown es todo un experto).

Igual mucho protagonismo no tiene, pero es que es tan bonita...
   Ahora bien, la segunda temporada es flojísima durante su primera mitad, se mire por donde se mire. Todos los personajes están como atontados, al Comodoro le da por tintarse el bigote, y Michael Shannon comparte demasiadas escenas con Paz de la Huerta, (por lo que todos salen perdiendo). Sin embargo, es llegar al ecuador y entramos en una vertiginosa espiral de diálogos antológicos, suspense genuino y violencia visceral, muy en sintonía a los compases finales de las pelis de Coppola y Scorsese. El cine se ha adueñado de la televisión, señores, ahuyentado por el 3D y las sagas crepusculares.
   De hecho el capítulo 11 de esta temporada es, por sí sólo, una de las mejores películas de cine negro de la historia. Centrado en el personaje de Jimmy Darmody y estructurado en un espléndido montaje que combina pasado y presente, dota de sentido al argumento de la serie en su totalidad, y no sólo debería ganar el Emmy o el Globo de Oro, sino el Oscar, directamente. 
   Luego ya, visto el último episodio, sólo me queda alabar por última vez a los guionistas, no solo en cuanto a su habilidad; es que encima tienen unos cojones que ni Tony Montana. Muchos tildarán de locura cómo han dejado el patio en vistas a una nueva temporada (no voy a spoilearos con la condición de que la echéis un ojo en cuanto tengáis oportunidad), que a ver qué hacen para continuar la serie a partir de ahora, pero yo confío ciegamente en ellos, y sé que no me decepcionarán. 
   Así que apagad Telecinco y poneos a descargar cosas de Internet. Seguramente el Gobierno de España no os lo va a agradecer, pero vuestra cultura si lo hará. 

miércoles, 6 de junio de 2012

Sobre juegos de reyes, choques de espadas y tormentas de tronos

Aciago día para la humanidad, o para un importante sector friki-culto de ésta, supuso el pasado 4 de junio. Por doble motivo. En primer lugar, fallecía el barítono ruso Eduard Khil, más conocido en ambientes internáuticos como Mr. Trololo, a la tierna edad de 77 años, truncando una carrera, cuanto menos, prometedora. Y, en segundo, la segunda temporada de Juego de Tronos llegaba a su término. Al menos, la serie volverá, presumiblemente, en abril del año próximo, pero el inexorable transcurso del tiempo no nos devolverá a Mr. Trololo. En fin, enjuguemos las lágrimas, traguemos saliva, e intentemos dar, quizá infructuosamente, con una crítica apropiada y objetiva para esta etapa de la serie.
   Porque, hablando de un fenómeno como Juego de Tronos, resulta difícil, por principio y sinceridad a tu juicio entusiasmado y nerd, hacer gala de esta objetividad, y aún menos disfrutar con los dañinos y periodísticos (cómo nos gustaría) sarcasmos de turno. Es algo tan grande, tan épico, y pido perdón de antemano si este último calificativo lo uso demasiado copiosamente en adelante; un regalo audiovisual tan bien envuelto, que ni el más arraigado sentimiento crítico ni el más falso ansia de distinción de la mayoría borreguil puede impedir que disfrutemos como enanos. Y, ya que estoy, un abrazo para Tyrion Lannister. Cómo quiero a ese tío, joder. 

Si es que también es guapo. ¡¡Lo tiene todo!!

   Afirmemos sin temor a equivocarnos que la segunda temporada de Juego de Tronos, que adaptaba con mayor o menor fortuna (en cuanto a las licencias y las infidelidades) el segundo libro de la saga Canción de hielo y fuego, titulado Choque de Reyes (que no sonaba tan bien como Juego de Tronos, supongo), ha sabido mantener el nivel de calidad de la primera temporada. ¿Diríamos que lo ha superado? Dependería de a quién le preguntaras.
   Un purista de la obra de George R. Martin, ese tipo sádico y perezoso (qué lento escribes, cabrón), encumbrado como el mejor autor de fantasía heroica desde Tolkien un poco porque pasaba por allí, pondría el grito en el cielo a la luz de varios de los sucesos que han marcado esta temporada y que la apartaron de la esmerada corrección y traducción milimétrica que ostentaron los primeros capítulos. Porque, vamos a ver, queridos y bienamados guionistas, no disimuléis, esta vez habéis hecho lo que os ha salido del nabo. Lo habéis retocado todo con vuestras abyectas manos profanas, os habéis inventado anécdotas y trasfondos con una falta de pudor sonrojante (¿¿¿Jaime Lannister disléxico???), habéis omitido tramas y personajes indudablemente importantes para el devenir de la historia (oh, no, ¿dónde están los hermanos-sapo, ésos tan carismáticos y bonicos?), y en resumen, y siendo lo peor de todo, lo más horrible, lo imperdonable, HABÉIS MEJORADO EL LIBRO. Sí, qué diantres, es un hecho. Porque de este modo Jaime Lannister resulta aún más adorable, el glorioso bastardo. Porque os disteis cuenta de que los hermanos-sapo son un petardo. Y porque lo que habéis conseguido con el personaje de Theon Greyjoy es digno de Don Guillermo Shakespeare. 
   Estoy harto de ese mito de que los libros son siempre, no hay excepciones que valgan, mejores que las películas o series que se inspiran en ellos. ¿Sabíais que El Padrino está basada en un best-seller de Mario Puzo? Nada más que decir. Bueno, sí, que si no fuera por la serie y por la curiosidad referente a eventos próximos, se iba a leer los libros siguientes la pobre prostituta de turno bajo amenaza de Joffrey Baratheon (que por cierto, amigos guionistas, cómo os lo debéis de haber pasado componiendo uno de los personajes más odiosos de los que tengo memoria). 
   Ahora bien, estas licencias creativas no justificarían por sí solas el que pudiéramos considerar la susodicha temporada como mejor que la anterior. Sí, en cambio, un gradual aumento de la espectacularidad y el sentido épico. En la primera temporada cantaba un poco la falta de cuartos, porque los wargos eran unos cachorrillos y las batallas siempre se nos ocultaban con oportunas elipsis muy a lo Kubrick. En la segunda, sin embargo, tienen ordenadores, se han librado del costoso caché de Sean Bean, y nos obsequian con el penúltimo episodio, Aguasnegras, el cual no desentonaría nada en una pantalla de cine, ni quedaría en mal lugar con respecto a la Batalla del Abismo de Helm. Aunque, eso sí, como es usual en ésta nuestra serie, haya mucha más sangre y gamberrismo. 

Otro fuera de serie (jijijiji)

   La batalla de Aguasnegras suple el sentido de la espectacularidad y, en parte, el de la épica, pero lo verdaderamente emocionante sucede en el último episodio, y concentrado en una sola e íntima escena: la que reúne a Tyrion con su amante. Si no se te caen lagrimones con la interpretación de Peter Dinklage (otro Globo de Oro para él, en nombre de Odín), es que no tienes corazón. Cinco minutos que resumen con gran acierto lo que ha supuesto Juego de Tronos para todos nosotros. Y es que llegamos atraídos por las batallas, pero nos quedamos por los personajes.
   Así que adelante, seguid matando, follando, y deleitándonos con vuestras penurias, mis queridos Tyrion Lannister, Arya Stark, Jaime Lannister, Bronn, Meñique, Daenerys Targaryen (aunque sólo sea porque estés buenísima y tus dragones molen), Tywin Lannister, Lord Varys, Osha, Theon Greyjoy, Cersei Lannister, Hodor... todos vosotros, menos Jon Nieve. A ver si le matan de una vez a este último, que vaya tío más soso. Y en esto pondría a caldo al actor, pero el personaje es anodino de por sí, y no mejoraría ni aunque lo interpretara Mr. Trololo.
   Y ahora, camaradas, os dejo. Que me he vuelto a poner triste. 

lunes, 21 de mayo de 2012

Hola, soy Heidi y he venido a matarte

¿Pero qué estoy viendo? Es mi reacción ante la cada vez más sorprendente transformación de las series actuales. Vamos a ver, dejemos una cosa clara, si es una comedia, es una comedia, no lo vayas transformando a un drama. Y sí, lo digo por ti “Cómo Conocí a Vuestra Madre”, que llevas una temporadita aprovechando que nos hemos encariñado de los personajes para buscar la lágrima fácil.

Aviso ahora: SPOILER!!!! SPOILER!!!! SPOILER!!!!
  
¿Copiando también a los Serrano?
Es cierto que aun tienes mucho de comedia y que las situaciones irreverentes siguen teniendo ese puntazo por el cual la serie destaca. No obstante, no vale abrir “la caja de Robin” como reclamo cada vez que no sepamos cómo rellenar un episodio, porque si ya Ted Mosby es aburrido, si encima le tenemos llorando por las esquinas pues…apaga y vámonos. No queremos otros Ross y Rachel, que para eso ya tenemos a los originales. Tampoco sirve tirar de una comedia con un solo personaje, Barney, que si bien se ha convertido en la imagen de la serie, al final puede llegar a desgastarse. Además, ahora que tiene sentimientos, que la paternidad es un hecho entre Lily y Marshall, Ted se ha enamorado y Robin, bueno, ya sabemos que está ahí para liar un poco el argumento… se prevé que llegue otra temporada principalmente amorosa y eso puede llegar a cansar.

¡Vamos de fiesta, nenas!
Aunque la llegada del amor todavía no es aburrida en “The Big Bang Theory”, al menos, hemos de decir que sí es sorprendente como ha cambiado el rumbo de esta serie en las dos últimas temporadas. Poco a poco se ha ido emparejando a todos los protagonistas, lo que en un principio parecía complicado por la falta de personajes femeninos. Pero, eh, que no hay mujeres, no hay problema, las introducimos “sutilmente” y así tenemos un tres en uno: comedia, freaks y romances. Lo de Leonard y Penny se veía venir desde el principio, incluso me parece creíble la boda de Howard y Bernadette, pero lo de Sheldon con la antigua actriz de Blossom…en fin, que podían haber dejado pasar un poco más de tiempo entre amoríos y amoríos. Y entre todo este caos está Raj, que el pobrecito no dice ni mu, más solo que la una y con una clara confusión en el terreno amoroso.

La foto lo dice todo
Que sí, que ya acabo, de verdad. Pero no sin antes demostrar que no es necesario liar tanto las cosas para ser una buena comedia. Ahí está “Modern Family” que continúa exprimiendo las mejores situaciones de cada casa, aprovechando las dosis de humor que le ofrecen tener tantos y tan dispares personajes. Que hay drama, sí, amor, también, pero siempre al fiel servicio de la comedia. Y mientras alguna serie siga así habrá esperanzas para los buenos argumentos, cuando cambie…estad preparados para ver un Superman en “The Walking Dead”, porque no habrá límites para los guionistas.