viernes, 21 de diciembre de 2012

De tangos, romances y egos

Escribo estas líneas a la víspera de que el mundo se acabe, y las enfoco como la rúbrica de un testamento impersonal y desencantado, como una broma irrelevante que se ahoga en su propia estupidez y diáfano desconocimiento. Hablando en plata, que los mayas me la traen bastante floja, y que si no os molesta ni estáis ocupados abrazando a vuestras familias, consumando extremaunciones o pagando a lumis para que os desfloren de una santa vez, voy a hablaros del último libro de Arturo Pérez-Reverte. 

Los que hicieron este cartel están muertos

   Dicho caballero, imagino, no necesita presentación alguna por mi parte, y no sólo por ser uno de los autores más leídos de nuestro país, sino también por su, cuanto menos, peculiar personalidad, que encuentra periódico desahogo en una columnita de El Semanal y en el bar de una tal Lola. Sí, porque resulta que también es periodista, o lo fue, volviendo, tras varios años cubriendo conflictos armados, a su querida España para ponerla de vuelta y media al mismo tiempo que proclamaba cuánto la amaba y se lamentaba de su suerte. Últimamente, claro, esa bilis que siempre se empeñó en derramar justificadamente sobre nuestra patria no resulta tan transgresora, sino que ha devenido en más de lo mismo, pero conservando su gracia. Porque nadie insulta a los señores ministros, senadores y gente de similar calaña como Pérez-Reverte, nadie se caga con tanto ingenio en la basura que el día a día deposita en nuestra puerta como Pérez-Reverte, y nadie tiene un ego tan grande como Pérez-Reverte. Un ego tan grande que cuando nuestro estimado literato procedente de Murcia (y no del País Vasco, como cuenta la leyenda) viaja en avión ocupa dos plazas. De ventanilla a ventanilla.
   Y a pesar de que se dedique a escribir best-sellers (en verdad es una tragedia que sus libros se vendan tanto, ¿no?) es un escritor como la copa de un pino, que con el paso de los años ha ido puliendo un estilo personal, caracterizado por la mala leche, los diálogos afilados y más mala leche aún. Ahí tenemos la saga de El capitán Alatriste que, aunque no logre que los niños dejen de ser cada vez más imbéciles, se lee en las escuelas, algo así como pedagógicamente. También tenemos esas dos pequeñas joyas (que también deberían ser lecturas obligadas para los infantes, y resumidas con la ayuda de El Rincón del Vago, o con lo que sea que haya ahora), llamadas La sombra del águila y Cabo Trafalgar. La reina del sur (inspiración de un culebrón venezolano en el que Pérez-Reverte también se cagó en su momento), La piel del tambor, El húsar (su primera novela, escrita cuando llevaba gafas y no imponía ningún respeto), El pintor de batallas... Todos sus libros, con excepción de El asedio (un ladrillo de proporciones históricas), merecen la pena, y están muy bien escritos.

Jijijijijiji

   Todos éstos ahondan en el tema por antonomasia de Pérez-Reverte: lo crueles y lo imbéciles que todos, intrínsecamente, somos. Ya sabéis, que el hombre es un lobo para el hombre, que es el animal que más se parece al ser humano, etecé. Puede recurrir a episodios históricos o a enrevesadas tramas policíacas, pero siempre acabaremos en un punto común, y aquella frase que dice que un autor siempre escribe la misma novela nunca será tan cierta como en el caso de Arturito. O a lo mejor no.
   Porque su último libro, El tango de la Guardia Vieja, me ha sorprendido bastante, en ese aspecto. Pérez-Reverte quizá será capaz de reírse de un pobre ministro que llora, pero eso no quita que tenga su corazoncito. Y es que, por primera vez en su (gran) trayectoria literaria, ha escrito una historia de amor completa, desesperadamente romántica, una tragedia encantadora de ésas que, mientras discurren y se complacen en ponerle todos los impedimentos posibles a los protagonistas para que no acaben juntos, te vas enamorando de ellos. Tanto de él, Max Costa, un ladrón de guante blanco que, según Pérez-Reverte, está buenísimo, como de ella, Mecha Inzunza, una aristócrata de moral descuidada y selectivas perversiones. Cómo no, esta última está casada (con un compositor de tangos, para más señas), y busca emociones fuertes, encontrándolas en un, aparente, bailarín profesional a bordo de un crucero que va hacia Buenos Aires. Como podéis observar, la estampa no podría ser más romántica, más folletinesca, y eso que aún no os he hablado (ni lo voy a hacer, leeros el maldito libro) de la trama de espionaje, de los callejones de Buenos Aires, de la Guerra Civil o de la Guerra Fría focalizada en campeonatos de ajedrez.

Cara del escritor cuando los académicos de la RAE le preguntaron: "¿Qué prefieres, T minúscula o T mayúscula?"

   Todo eso, y mucho más, es lo que el lector se puede encontrar en El tango de la Guardia Vieja, una novela que se aleja, desde su misma premisa, de lo típico que nos suele ofrecer el autor (apenas hay tiros, o grandiosos insultos), pero que no deja de ser revertiana como la que más, con todo lo bueno y lo malo que eso nos deja. Así, encontramos diálogos sublimes, ricos en frases épicas (Max Costa es un grande, y a veces cuesta creer que sea tan ingenioso), y personajes complejos, atractivos y sumidos en ese aura de dignos perdedores a la que el bueno del autor nos tiene acostumbrados. Y, también, nos encontramos con descripciones demasiado prolijas (el tío es como Tolkien, pero en vez de estudiar puertas pintadas de negro se dedica a contarnos EN TODO MOMENTO como están vestidos todos y cada uno de los personajes) y soluciones argumentales efectistas que acaban acusando demasiados cabos sueltos (el asunto del espía republicano podría haber dado más de sí). 
   En fin, pero Pérez-Reverte es como es, y yo le quiero como es, del modo más heterosexual posible. Sobre todo ahora que parece saber escribir sobre el amor con innegable acierto, y con una inédita sensibilidad (hay pasajes según acabamos que llegan a ser hasta poéticos). Además, sigue sumergiéndonos en épocas y ambientes como nadie (me río yo de Ken Follet y de sus libros sin fin), y su minucioso y usual trabajo de documentación vuelve a lograr que sepamos más cosas sobre temas que ni siquiera sabíamos que nos interesaban (como el tango o el ajedrez, del que ya hizo su tesis doctoral en La tabla de Flandes). Sólo queda proclamar este libro como uno de los más conseguidos del autor, y reiterar mi orden de que lo leáis en cuanto tengáis ocasión, antes de que se vuelva a acabar el mundo y tal. O eso, o Pérez-Reverte os insultará por Twitter. Vosotros veréis.

sábado, 24 de noviembre de 2012

Frankenweenie y lo nuevo de Tim Burton (por favor, olvidemos Sombras Tenebrosas)


Después del patinazo de Dark Shadows o Sombras Tenebrosas, como prefiráis, Tim Burton vuelve al cine. Y no, no es que haya ido a ver una película (ejem…) sino que ha vuelto. Esto hay que decirlo en voz alta: HA VUELTO. Ha vuelto a conseguir que salga de una película suya con una sonrisa de satisfacción en la cara. Hablo de Frankenweenie, el que es hasta ahora el último trabajo del director de Eduardo Manostijeras, Charlie y la Fábrica de Chocolate, La Novia Cadáver… En esta ocasión Burton ha acudido al stop motion que tan buenos resultados le da. Como un pequeño paréntesis, el stop motion es una técnica de animación que consiste en grabar el “movimiento” de objetos inanimados capturando una serie de imágenes o fotografías fijas y sucesivas alterando entre toma y toma la posición de dicho objeto. Algo muy parecido a la historia que el mismo Burton creó y que fue dirigida por Henry Selick, Pesadilla antes de Navidad.
 
 
Frankenweenie no es un proyecto nuevo para Tim Burton. Ya en 1984 realizó, en su etapa como animador en Disney, un cortometraje de 35 minutos con el mismo nombre. Se trata de la historia de un niño que pierde accidentalmente a su perro (Sparky). El chico, amante del cine y de las ciencias, descubre que puede revivirlo mediante impulsos eléctricos. Es un cuadro ver al animalico lleno de costurones. Pues bien, el largometraje estrenado a principios de octubre es la misma historia –pero con más chicha, hay que rellenar hora y media de película. En el año 2007 Burton firma con Disney la realización del largo y desde entonces ha estado trabajando en este proyecto. Cinco años, para darnos cuenta de lo trabajoso de rodar en stop motion. Aunque, viendo Sombras Tenebrosas, está claro que le dedicó más interés y tiempo a la entrañable historia del perro. Un pequeño apunte, si alguien quiere leer más sobre el argumento de la película sin que le destripen el final cual profesora de universidad que cuenta a sus alumnos cómo acaba una peli sin que diera tiempo a que la vieran, que no lea el artículo de Wikipedia hasta que haya visto la película. Eso sí, quizás le falte a la película el gancho y la ironía que tiene el corto.
 
No me negaréis que es una pocholada
 
Con Frankenweenie vuelve el Tim Burton más auténtico, el de las historias entrañables y los personajes raros (¿a quién no le puede gustar la niña con su gato el Señor Bigotes?). Esa exageración en los gestos, en las caras, en los escenarios… Esa iluminación y ese blanco y negro que tanto nos recuerda al Frankenstein original… Y, por supuesto, esa música de Danny Elfman, el inseparable compositor de las películas de Burton. ¡Qué magnífico trabajo en Charlie y la Fábrica de Chocolate y La Novia Cadáver! Como él mismo reconoce, en el más que recomendable libro Tim Burton por Tim Burton, se nota cuándo pone interés y se siente cómodo con una de sus películas. Y está claro que en esta así ha sido. Ahora unos pocos datos sobre la película: destacan las ausencias de Johnny Depp y de Helena Bonham Carter. Y sobre la taquilla, la película se presupuestó en cerca de 39 millones de dólares. A 14 de noviembre la recaudación en taquilla ya ha superado los 63 millones. Vamos, otro éxito. No es de extrañar que ahora mismo el cine burtoniano es una marca, una forma de hacer cine, pero también una forma de hacer dinerito de ese que tanto gusta al productor, al distribuidor y al exhibidor –que no exhibicionista (lo siento, hacía tiempo que no escribía un chiste malo y me estaba empezando a sentir sucio).
 
Dos de los mejores personajes de la peli: la niña y el Señor Bigotes
 
Frankenweenie, entonces, es una película más que recomendable. Aún están por ver los próximos trabajos de Burton pero no podemos negar que se trata de una joyita dentro de la obra del extravagante director. Aunque, eso sí, quizá se le fue un poquito la olla con los monstruos que van apareciendo y de los que no daré más detalles para no pasarme de spoiler, que para eso ya está Wikipedia y su artículo (léase dos párrafos más arriba). Una película para todos los públicos, sin caer en el sensacionalismo sentimentaloide de Spielberg –serán buenas, pero Los Goonies, E.T y Super 8 tienen unos finales más empalagosos que Mocedades envueltos en algodón de azúcar. Con gags simpáticos como aquel en el que a Sparky se le descose el rabo y cae en un cubo. Así que, al cine a verla. Los diez (me llevan los demonios cada vez que lo pienso) euros merecen la pena. Tim, gracias por volver.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos

Estamos en crisis. No le descubro nada a nadie, no enmascaro la realidad, no transgredo con ninguna visión rompedora de folletín que embellezca la situación y la tuerza en dirección a nuestros gobernantes y políticos, que son los culpables de todo, y tal y cual, no nos representan, lo llaman democracia y no lo es. Sólo presento un contexto, el de la realidad social de cada día, una que ha tornado cotidiana y familiar. Los números rojos, el desempleo, los desahucios, las cuestas de finales de mes, las malas inversiones, los pequeños dramas. Situaciones que ahora no nos son desconocidas, y que siempre hubimos de temer, pero que hace unos quince años semejaban lejanas, pesadillescas, literarias.
   Ya entonces, la familia García Moreno iba dando tumbos entre de crisis y crisis. Residía en un piso sin ascensor de Carabanchel (Alto), constituyente en un matrimonio de dos hijos más el abuelo, que se había venido de un pueblo de Cuenca a vivir con ellos para que se le sacara jugo a su malbaratada pensión. El padre era camionero, y sólo podía ver a su familia tres días a la semana. La madre era una sufrida ama de casa de inigualable genio. Uno de los hijos se llamaba Manolo, como su padre.
   Yo me crié con Manolo (al que todos en el barrio lo llamaban por el diminutivo, y por el apellido de Gafotas) y con su hermano pequeño Nicolás, apodado sin mala intención, únicamente por pragmatismo y el nene estaba de acuerdo, el Imbécil. Fui al instituto Diego de Velázquez donde la sita Asunción nos tachaba de delincuentes día sí y día también, dejando entrever un espíritu maternal que supe advertir con el paso de los años mientras compartía pupitre con el Orejones López, Yihad, Susana Bragas Sucias, Mostaza, Paquito Medina, Óscar Mayer o Melody Martínez, entre otros. Luego íbamos al Parque del Ahorcado a jugar a las cosas más brutas y estúpidas que pueda imaginarse, acosados de vez en cuando por los macarras del instituto Baronesa Thyssen. Y, sazonados con los gritos de nuestras madres desde el balcón para que volviéramos a casa a cenar, así pasaban los días, los meses y los años, sin que llegaran cartas de Hogwarts, sin que fuéramos acosados por vampiros diurnos de andrógina sexualidad; tampoco venían insinuantes jamonas parecidas a Jennifer Lawrence disparando flechas. Pero todos y cada uno de aquellos días, meses y años, fueron inolvidables.


   Mi infancia no se podría entender sin Manolito Gafotas, y como la mía la de muchos como yo. Devoraba los libros una y otra vez, me reía aun cuando hubiera ciertas referencias al mundo de los adultos que no alcanzaba entonces a comprender, ansiaba la llegada del siguiente ejemplar. Después de Manolito tiene un secreto (a la postre, el más flojo de todos), esta espera se prolongó lo indecible. Acabé casi olvidándome, crecí, llegué a la adolescencia y me maté a pajas, llegué a la madurez en la que supongo que llegué a encontrarme y también me maté a pajas, y Elvira Lindo no escribió más libros sobre el primogénito de los García Moreno. La historia quedó en suspenso, configurándose al cabo como un bello pero inconcluso recuerdo. 
   Hasta ahora. En el peor momento que atravesamos, con la crisis, la inocencia abatida y el desengaño fresco, llega un nuevo título de la saga, Mejor Manolo, y observemos ya desde el título toda una declaración de intenciones que, por suerte y habiéndolo leído en poco menos de un día, no llega a serlo tanto. Manolito ya no quiere que le llamen así, que ha crecido, jolines, dos años hace desde la última desventura, ahora es el mayor de tres hermanos. Persigue una madurez ansiada pero, por serlo de tal modo, una que nunca llega a alcanzar, y acaba siendo el mismo de siempre. Ingenuo, perspicaz, indefectiblemente charlatán. Y su visión de las cosas conserva el mismo encanto, el humor sarcástico por forma pero no por fondo, el aroma de las mejores historias, el arte de la Elvira Lindo más inspirada y retraída a su propia niñez.
   Porque, en efecto, Mejor Manolo no sólo es un gran libro, sino que puede presumir de quedar a la altura de títulos como Pobre Manolito, Los trapos sucios o Manolito on the road. Todos los personajes están ahí, perfectamente reconocibles, tan reales como la vida misma. El Imbécil ya no usa chupete (al menos según las ilustraciones de Emilio Urberuaga), pero sigue siendo el puto amo, aunque ahora tenga que competir con su hermanita Chirli (de Chirli Temple) por la atención de los adultos. El abuelo Nicolás sigue molando un pegote. La Boni y Bernabé se mantienen también y siguen siendo adorables, cada uno a su modo. A Yihad siempre nos entrarán ganas de aviarle a collejas de efecto retardado. Y prefiramos no hablar de aquellos aprietos económicos entre los que siempre se hallaron metidos los García Moreno y que siguen estando, hoy más que nunca, a la orden del día.


   Pues resulta que, previo al estallido de la burbuja inmobiliaria, a los García Moreno les dio por comprar un secarral en la carretera de Toledo, en el que construirían un día de éstos, cuando las cosas les fueran algo mejor, el chalé adosado de sus sueños. También ocurrió que sufrieron lo suyo con Bankia. La madre, Catalina (uno de los mejores personajes de la literatura española), tuvo que buscarse un trabajo que combinar con sus infatigables actividades domésticas, porque las cosas andaban cada vez peor.
   En definitiva, Mejor Manolo cuenta con una virtud que no tenían los libros predecesores, y ésta es su férreo compromiso con la realidad social del momento. Nunca se agolparon en la prosa de Elvira Lindo tantas referencias al fatídico mundo con el que nos encontramos cada vez que levantamos la mirada del libro, ni se conformó en él una tragicomedia de tal calibre. Manolito Gafotas es, más que nunca, realidad. Y es, más que nunca, necesario.
   En sus (terroríficamente escasas) 190 páginas reiremos, lloraremos y, sobre todo, sonreiremos. Será una sonrisa tonta, tierna, melancólica, con su deje amargo, aquélla que sólo pueden producir las inocentes tribulaciones de un niño asomado a aquel mundo de los adultos al que pronto habrá de unirse pero, por suerte, aún no. Y si algún día lo hace, espero al menos llegar a saber cómo le fue.

sábado, 10 de noviembre de 2012

Star Wars ep VII, la Amenaza de Mickey Mouse... Maemía, qué juego de palabras más pésimo...


Una de las noticias más sonadas en el mundo de la industria audiovisual: The Walt Disney Company (Disney, Pixar, Marvel, ESPN, ABC –pero no el periódico, chistaco) ha comprado la empresa Lucasfilm (Industrial Light and Magic, Skywalker sound, LucasArts) por cerca de 4000 millones de dólares. Ya me imagino yo a unos cuantos frotándose las manos con tal fruición que les va a desaparecer la piel de sus apreciadas extremidades (superiores, se entiende). Pero la noticia va un poco más allá. Disney ha anunciado una séptima entrega de la –grandiosa- saga Star Wars. Aquí ya uno empieza a mosquearse. Si George Lucas defecó un poquito sobre Indiana Jones y el –abominable- Reino de la Calavera de Cristal (un poquito de cristal sí que se tuvo que tomar para trabajar en tamaña monstruosidad), no puedo ni imaginar lo que ocurrirá con la saga que encumbró a Lucasfilm a los altares del cine de ciencia ficción.


Por si esto fuera poco se habla de una tercera saga. Lo que sumaríamos al episodio VII los VIII y IX. Vamos a ver, ¿qué necesidad hay? (aparte de que cada vez que se menciona Star Wars hay unos señores a los que se les aparece el símbolo del dólar en los ojos). Los prescindibles episodios I y II ya tuvieron lo suyo, pero continuaron, de una manera u otra, con la línea de la trilogía original (IV, V y VI). El episodio III merece una mención aparte porque es, en mi opinión, la mejor de la última trilogía realizada o, al menos, la más parecida a las películas de Leia, Luke y Solo. Pero, siendo sincero, lo admito, iré al cine a verla. Solo espero que los diez (DIEZ!!!) euros de la entrada merezcan la pena, que Lucas haya aprendido de los errores del pasado –vuelta a Indiana Jones y a la segunda trilogía de Star Wars- y vuelva a hacer la magia que tan bien se le daba en los ’70-’80.


Pero aparte de lo que nos pueda parecer otra prolongación de la saga o una sobreexplotación del producto, no cabe duda de que esta compra va a suponer un gran avance para las dos partes: por un lado, Lucasfilm va a entrar dentro de un conglomerado de magnitudes incalculables, con todo lo que ello supone: medios técnicos y humanos, promoción, una cierta seguridad en el éxito del producto a nivel de taquilla… Y para Disney afianzarse aún más como la primera empresa audiovisual del mundo. Y no nos preocupemos por que Disney “infantilice” Star Wars –un pequeño paréntesis, entre los innumerables títulos producidos o distribuidos por cualquiera de las filiales de Disney encontramos joyas como Pulp Fiction, Kill Bill, Trainspotting o la poco apta para mentes cándidas Saw. Cualquiera que conozca cómo funciona esa empresa va a ver que pondrá a disposición de la saga los mejores profesionales que tengan en nómina. De hecho ya se conoce un nombre para el guión del episodio VII: Michael Arndt, guionista de En Llamas, la segunda parte de Los Juegos del Hambre, ganador de un Oscar por la magnífica Pequeña Miss Sunshine y nominado por la no menos genial Toy Story 3 (¿qué dices?¿que aún no la has visto? Corre a verla…). Aún no se sabe quién va a hacerse cargo de la dirección pero suena con fuerza el nombre de Brad Bird, habitual de Pixar y director de la maravillosa Ratatouille. Ya solo falta que de verdad saquen una buena historia y no se carguen Star Wars. A nadie le gusta ver a Chewbacca llorando. Lo que está claro es el interés económico de Disney en todo esto, no solo en cuanto a los ingresos en taquilla sino a los ingresos que van a recibir con los brazos abiertos por la venta de productos con licencia, vamos, merchandising.

Ya han pasado unos añitos, pero se rumorea que Mark Hamill y Carrie Fisher aparecerán en la séptima entrega
 
En definitiva, que está claro que Disney ya no es el ratoncito amigable por el que nadie daba un duro. Sería más bien un agujero negro que va absorbiendo todo lo que huela a dinero. Pero, por favor, dejemos los clásicos tranquilos porque así están bien. Y lo vuelvo a admitir, veré esa película, pero está claro que, para bien o para mal, va a estar a años luz de la trilogía original. Y, hablando de clásicos, Warner tiene en mente la segunda parte de Casablanca (WTF??!!). Parece ser que el guionista de una de las joyas del cine clásico dejó un manuscrito (cada vez que pienso en esta palabra me imagino a un señor con una larga barba blanca escribiendo en un pergamino… no viene a cuento pero ya hacía tiempo que no se me iba la cabeza) con la continuación de la historia. Volviendo a Star Wars, como aparezca algún personaje como el adefesio de Jar Jar Binks le vamos a poner dos velas negras al responsable de tal delito. Avisado estás.
 

lunes, 5 de noviembre de 2012

"Tonight we are young"

Si hay algo que admiro de las series que nos llegan desde las costas de la pérfida Albión es la brevedad bien entendida de sus temporadas, lo concisas que se conforman con ser. Se ven en un suspiro, y encima disfrutándolas, y te pones con otra cosa. Así da gusto, y palidecen a su lado, y es que no hacen otra cosa que palidecer, las series españolas, de las que muchas veces se emiten capítulos según cómo vayan acompañados del share (verbigracia: cuando Antena 3 se pasó un año entero echando capítulos de Aquí no hay quien viva sin repeticiones, consiguiendo que la serie se desgastara en tiempo récord). Yo vi Sherlock en algo menos de tres días, y ya que estoy la recomiendo con fervor y fanatismo, pues las películas de Robert Downey Jr, aunque salga Robert Downey Jr, son una birria comparadas con ella. Que parecen la versión de Garci de la obra de Sir Arthur Conan Doyle, vamos. 

"¿Quién ha dicho esta memez?"

   No estoy aquí para hablar de Sherlock, sin embargo (lo cual es una lástima, porque llevo esperando la tercera temporada lo indecible). Voy a hablaros de otra serie, porque hace mucho tiempo que no termino un libro y que no puedo por lo tanto escribir sobre él (me metí en el embolao de leer Ana Karenina, y aquí sigo perdido entre Petrovich y Flautovs). En fin, Misfits. Una serie británica que lleva tres temporadas en antena, recién estrenada la cuarta, y que supone, sobre todas las cosas, un caso paradigmático de cómo los actores y sus egos (o gilipolleces) pueden llegar a destrozar un gran trabajo. Como ocurrió en Siete vidas, en la ya mencionada Aquí no hay quien viva, y en otros muchos honrosos ejemplos patrios. 
   Misfits va de gente con poderes, originados en una misteriosa tormenta que asola Londres y de la que no se llega a descubrir nada más, ¿para qué molestarse en mutaciones o picaduras de insectos, que no son mucho más creíbles? Toda la ciudad queda tocada, infestada de freaks con poderes a cada cual más absurdo, pero el guión se centra en un grupo de chavales que cumplen servicios comunitarios por hacer alguna chorrada. Estos chavales son, casi sin excepción, bastante imbéciles (oséase, normales), y no se plantean en ningún momento utilizar sus poderes por el bien común, conformándose con intentar lidiar con los problemas que su nueva situación les acarrea. La premisa es interesante como podéis apreciar, y da para una gran cantidad de humor negro y bestia, que es lo mejor de Misfits

Mierda, me equivoqué de foto

   Así, tenemos entre manos una serie cuyo género vaga entre la ciencia ficción (aun cuando los efectos especiales son, imagino que premeditadamente, espantosos), el drama social (pero tampoco es que nos tomemos las problemáticas y marginadas vidas de estos jóvenes demasiado en serio) y la comedia gamberra (donde sí que consigue su objetivo, con chistes cafres, guarradas y mala leche por un tubo). Es a causa de esto último por lo que yo les recomiendo esta serie a los amiguetes. Además, la mayoría de los capítulos son entretenidos, dirigidos con ritmo frenético y mucho movimiento de cámara, por aquello de resultar más rompedor, y tienen una banda sonora muy adecuada y cañera (aunque suene Joy Division en cierta ocasión).  La serie ideal para la chavalería, a fin de cuentas. 
   Y de hecho, sin más cinismos que nos valgan, las dos primeras temporadas de Misfits hacen alarde de una vitalidad envidiable. Una de seis y otra de siete capítulos (lo que os decía al comienzo del artículo), y ambas impresionantes, con algún capítulo flojo siempre pero que saben disimular con mucha pirotecnia y algún chiste a tiempo de Nathan. 
   Ah, sí. No he mencionado a Nathan, y debería hacerlo cuanto antes, porque Nathan es Misfits. O lo fue. Este personaje es sin duda el más imbécil, al que le pegarías un guantazo por cada idiotez que hace o dice, pero del que no puedes evitar partirte el culo (la mecánica de la serie no consiste en otra cosa que en reírte de las desgracias de los protagonistas). El actor que lo interpreta, o interpretaba, es Robert Sheehan, y hace un trabajo colosal componiendo a un ser odioso pero morbosamente atrayente. Si la serie mola tanto, o molaba, es a causa de él. Sin discusión. Luego alguno dirá "Pues Rudy...". A callar.
   Tan efectista uso del tiempo pretérito se debe a que Robert Sheehan descubrió así como por iluminación divina que quería hacer cine y se piró de la serie en la tercera temporada, dejándolos a todos con el culo al aire. Quedaron Simon y Kelly (la adorable choni a la que es imprescindible escuchar en versión original), y Curtis y Alisha (siendo estos últimos los personajes más insulsos, patéticos y mierders). Ah, y metieron al pobre Rudy, que no está mal pero no es Nathan (y por no serlo se granjeó un odio inmerecido por parte de casi todo el planeta). Con este panorama la serie tuvo una tercera temporada para el olvido, con algún que otro episodio decente, pero con una mayoría aburrida y mediocre. Y como la gente la seguía viendo, se decidió continuar con la producción de capítulos, y prolongar la agonía. 


   Y eso que hubo problemas a mansalva. De hecho, a causa de una serie de catastróficas desdichas (destacando lo ocurrido con Lauren Socha, que es ciertamente hilarante), en la cuarta temporada sólo ha quedado un miembro del reparto original, y no diré quién es porque no sé cómo de pequeña es la distancia que me separa ahora mismo de los spoilers asesinos, pero os adelanto que es uno de los más mierders. Yo, de momento, paso de ponerme a verla. Ni siquiera tenía que haber visto la tercera temporada, pudiendo haber empleado ese valioso tiempo en hacer deporte o en ver los capítulos que me faltan de Cuéntame cómo pasó.
   A lo que concluyo. Le recomiendo Misfits a todo el mundo, pero sólo las dos primeras temporadas. Luego si ya estáis con el mono podéis ver el resto, siendo eximida mi persona de responsabilidades. En los trece capítulos iniciales disfrutaréis de una serie adictiva que no tiene un gran guión pero sí un par de ideas cojonudas (hay un tío que tiene el poder de controlar la leche, y el que no piense que eso es una genialidad no merece otra cosa que desprecio), un sentido del humor prodigioso, y, sobre todo, disfrutaréis de Nathan. El nuevo gran héroe adolescente, recogiendo el testigo de Holden Caulfield, Seth Cohen y Carlitos Alcántara.
   Y qué mejor manera de concluir el artículo que dejándoos con la reproducción del discurso que éste se marca en el último capítulo de la primera temporada. Pura épica transgresiva, que diría Robe Iniesta:
    
   ¡Somos jóvenes! Es normal que bebamos demasiado, es normal que tengamos mala actitud y que queramos follar como conejos, ¡estamos diseñados para la juerga! ¡Es lo que toca! Sí, algunos palmarán de sobredosis o se quedarán de la olla, pero Charles Darwin dijo que no se puede hacer una tortilla sin romper algunos huevos, ¡y de eso va todo, de romper huevos! Y por huevos me refiero a ponerte ciego con un cóctel de pastillas. Si pudierais veros... Me parte el corazón. Lo teníamos todo. La hemos cagado, más fuerte, y mejor que ninguna generación antes de la nuestra. ¡Éramos preciosos! ¡Somos unos inútiles! Yo soy un inútil, y pienso ser un inútil hasta los veintimuchos, o incluso hasta los treintaypocos, ¡y me follaría a mi propia madre antes que dejar que me quiten eso!

lunes, 29 de octubre de 2012

Malhaya sean los carteros que no traen nada para mí

sé que lo que vais a leer a continuación (si seguís leyendo) es difícil de entender. lo hubiera intentado hacer más simple, pero no me gusta masticaros la comida. no soy de esos. si no podéis por cualquier razón, dejad de leer y mandadme al carajo. no os voy a juzgar por ello (no sería justo porque no sois los primeros). es básicamente que no se escarmienta en cabeza ajena y esta experiencia, supongo, sólo la he tenido yo de todos cuanto leeréis esto. por eso es difícil. pero gracias:



acabé hace tiempo, un tiempo relativo, dos libros que, de una forma y de otra también, cambiaron mi concepto de la espera. la espera como momento absurdo del día. también es romántico, idiota y enérgicamente cercenado de energía y todo eso. al menos hay gente que lo dice así. la espera como solución, que no como principio, que es lo que suele, ya nos pese, ser. ya nos pese, digo, sin medidas, porque hay cosas que no tienen medición: la pasión, la soledad, la espera. porque aunque puedas decir 'llevo esperándote 17 minutos', no sabes el tiempo que llevas queriendo esperar esos 17 putos minutos. haría falta tal vez sólo un ejemplo para que entendierais lo que quiero decir, pero hoy no estoy para ejemplos, ni para tiempos relativos, ni para absurdeces románticas ni románticos absurdos (inclúyanse en el grupo que gusten). hoy estoy aquí porque ya no hay sellos, ya no hay lacre fundido y ya no hay locos.


EL PRIMERO

las cartas que espera 'el coronel' en 'el coronel no tiene quien le escriba' son cartas de salida. pero no hay un ¿de dónde? para responder. sólo le llegaría esa carta y sería otro. o, bueno, pensándolo mejor, no sería otro: cambiaría. a mejor. todo cambia a mejor. las sinopsis me aburren en el poco tiempo que tardo en leerlas así que os la omito, los resúmenes cometen el pecado de hacer realidad la ficción (pido la voz y la palabra para quemarlos), y si quieren, por tanto, saber de qué va el libro, cómprenlo. leánlo, en tres días. sólo diré que habla de un matrimonio y sus 17 minutos. ese matrimonio es el pozo de la nostalgia, la cuerda está ahí, no la cogen y nunca viene el pozero (la carta) que les saque de esa inquebrantable y ya rota 'su historia'. la de ellos. ¿dónde está el hijo? ¿quién comerá mierda? ¿quién alimenta al gallo para alimentar a quién? cartas de salida de una vida de periódico y paseo, de mosquitera y zapatos de domingo, de amor y de puerto (que es lo mismo). es de Gabriel García Márquez. hay muchas ediciones. os recomiendo el papel amarillento, que huela, que vuelva ásperas las puntas de vuestros dedos que no se cartean con nadie.

(aún os admiro por seguir leyéndome en mis delirios)

de repente, cuando lo acabé, no advertí nada: no advertí el fruto de un amor con la cimiente en los años pasados, no advertí las ruinas y que las formas de correspondecia actuales son como los mensajes privados de las redes sociales, en donde la cultura del telegrama barato ha privado a la sociedad de un nuevo método romántico de espera. pero así esas cartas modernas se vuelven cartas de transición entre que quien la envía y quien la recibe puedan ser dos personas que viven uno al ladito del otro. o incluso que duermen juntos. las cartas hay que enviarlas a gente que esté a tomar por culo. telegrafiadas en máquinas de escribir. sin mayúsculas para ahorrar. o manuscritas y perfumadas.

EL SEGUNDO

'ardiente paciencia' era el título original de lo que todos conocen como 'el cartero de Neruda', un libro ejemplo de otros libros. es de Antonio Skármeta. hay una película, pero no la he visto. yo me identificaba con mario jimenez, un entusiasta joven cenutrio que se inspira en/copia a su maestro Neftalí Reyes aka. Pablo Neruda (y por ende  Matilde Urrutia). Ella. a quien va dedicado el libro. a quien deberían estar dedicados todos los libros. con este libro vi cuan gilipollas era intentando hacer algo ya hecho (ser Neruda). o, de otra forma, hay que ser uno mismo en los aspectos más nauseabundos de la vida. hay que amar como a ti te salga amar, hay que escribir como tú quieras escribir y hay que recibir las cartas que a ti solo y sólo te manden.


(aún os admiro)

a mí este libro me lo regalaron y aún hoy no sé si era así como se reciben las misivas. a mí me ardían las manos y me sentía como perdido. un efebo en el mundo mágico de las cédulas. pero reconozco que leyéndolo me fui haciendo más infantil, más torpe si se pronuncia como leyendo el poema 'Tu Risa'. las de este libro eran cartas de llegada donde la vida. vida de playa y cantina. de pluma y folio. de pluma y aves. buenas cartas.




las cartas no llevan fotos y así yo las deifico y os la entrego. os la mando. las cartas son dificultosas, para leerlas una y otra vez, como así os la envío. y ya está. esto es todo lo que tenía dentro. el otro día utilicé mi dedo como abrecartas carnal y todo lo que decía lo de dentro era 'Estimado Señor miapellido' y sandeces varias sobre números bancarios, seguros y de nuevo el estimado miapellido que no se parece en nada a mí. eso no es una carta. Yo nunca he recibido una carta.

lunes, 22 de octubre de 2012

Millones de Euros para tomarme por IDIOTA

¿Puede una buena película estropearse por un mal detalle? Bueno, todo depende, si es el doblaje de El Resplandor la respuesta es SIN DUDA, si es una aparición de Nicolas Cage depende (¿Le matan de una manera cruel? –Sí- entonces puede ser buena a pesar de todo, ¿Tiene un papel dramático? –Sí- entonces no hay quien salve esa basura). Todo esto viene a colación de la última película de Bruce Willis, mejor dicho, la última película de Joseph Gordon-Levitt, porque yo por una de Bruce Willis no pago 10 euros.

Cartel Promocional, fte: www.labutaca.net
Vamos a ver, por puntos, lo primero no se puede jugar así con la ilusión de la gente. Lo digo totalmente en serio, las personas no somos tan idiotas como parecemos, recordemos que George Bush y Belén Esteban, así como Justin Bieber, en este blog no son considerados…bueno, lo voy a dejar ahí. La cosa es… llegas al cine mentalizado de que dos actores que se parecen como un zapato a un rosario van a ser la misma persona y, de verdad, pones toda tu buena fe en pensar que eso va a funcionar. Y al principio lo hace, ya partes de esa premisa, pero, y lo digo en alta voz, ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ? ¿POR QUÉ han decidido que era una buena idea hacer una transición Gordon-Willis? Es lo más gitano que he visto en el cine “serio” en mucho tiempo, ¡¡¡es peor que los calcetines PIUMA!!! Joder, que eso hay gente que se lo traga, pero esto…ni Falete. Estoy muy cabreada, no puedes dirigir una película multimillonaria y hacer que en tres años un personaje pase de tener una cara a otra, así, sin explicación (al menos que le hubieran tirado ácido o algo). Ahora, tal vez, no sintáis la ira pero cuando la veáis espero que sí, eso significará que no estoy tan loca.

Joseph Gordon-Levitt, que en realidad
es Bruce Willis con 30 años.
En fin, pasando a otro tema. La trama es dinámica, el argumento es original, los actores son bastante buenos pero… (y es que parece que esta es la película de los peros) todo está sobrecargado. Hablamos del futuro, todo parece comedido y eso es algo que me fascino bastante. Estamos hartos, (sí, hablo por vosotros), de futuros que deslumbran y están únicamente para que quede muy guay. Pero, querido Rian Johnson, si decides no hacer el chorra poniendo tonterías, no coloques una moto aerodeslizadora, es patético. Esto no es Regreso al Futuro y nunca lo será, así que ¿por qué no te ciñes a un futuro tecnológico sin cacharros que no se van a inventar y te ahorras que en cincuenta años se rían de nosotros por una versión del futuro que es ridícula? Gracias.

El film es presentado como una película del futuro que no trata del futuro y, sinceramente, creo que en eso estoy de acuerdo (Aleluya). La cuestión central es un tema serio y tiene toques de moralidad que pueden llegar a plantear cuestiones en el espectador, si no fuese porque, a lo largo de los minutos, la película se pone más y más rara. No paran de introducir elementos nuevos y cuesta bastante concentrarse en qué es lo importante: Abarcar demasiado suele ser una mala idea en el ámbito cinematográfico, pero parece que nadie se da cuenta de ello. Al final, la película acaba haciendo aguas porque, como todos sabemos, jugar con el tiempo es algo peligroso y más si se pretende tocar todos los palos muy por encima. Oye, que ahora toca drama, pues Emily Blunt, que toca acción venga pium pium, ahora miedo para que la gente no se aburra y luego intriga, que no digan que somos frívolos...

El verdadero Bruce Willis con 30 años.
No quiero que la película parezca mala, no lo es, simplemente tiene fallos que pueden hacerte salir del cine pensando demasiado en detalles que deberían haber pasado desapercibidos. En contraposición a todos los  errores, la mejor baza con la que puede contar esta cinta son los actores. Cada uno está bastante cómodo con su papel y, por si alguien se lo pregunta, sí, a Bruce Willis le dejarán disparar y tener sus minutejos de acción, Emily Blunt será extraña pero convincente y Joseph Gordon-Levitt (con un nombre compuesto es más fácil triunfar) es…es…simplemente es magnífico, no puede evitarlo. Además, los secundarios están encabezados por dos hombres que me han encandilado, Jeff Daniels, ya que con The Newsroom ha demostrado que se puede conseguir una serie de calidad sin que sea aburrida, y Paul Dano, el adolescente “mudo” de Pequeña Miss Sunshine, cuyo personaje (bueno, no exactamente) tiene, en mi opinión, la escena más espectacular de la película.

Esto se termina. Toda buena crítica debe acabar diciéndole al lector si debe o no ir a ver la película, bien, esta no es una buena crítica. La película es rara, el cine es caro, los actores son buenos y no sale Nicolas Cage. Querido lector, yo, al contrario que el director de esta película, cuento con que eres inteligente, así que decide por ti mismo.

sábado, 20 de octubre de 2012

Mata Mua


Algo se cuece en el Museo Thyssen y no son los líos de herencias entre la baronesa y su hijo, Gauguin y sus amigos ya están aquí para hacernos el otoño más placentero con su particular visión del exotismo. 

Mata Mua (Érase una vez...),1892. Paul Gauguin
Fuente: wikipedia
 Paul Gauguin (1848-1903) antes de lanzarse a pintar atractivas tahitianas tenía una profesión apasionante: agente de cambio en París, para simplificar, un funcionario que trabajaba en operaciones de la bolsa. Por si esto fuera poco también fue un respetable esposo y padre de familia (cinco churumbeles nada menos). Lo sé, a mi también me parece incomprensible que se largara a  Oceanía. Pero aunque os parezca increíble, porque estas cosas ya no pasan, el mundo de la bolsa tiene sus altibajos y al joven Paul le despidieron tras una de esas famosas “caídas”. Gracias a eso se convirtió en pintor a tiempo completo y a sus 34 añazos empezó con las emociones fuertes: aligeró peso dejando en alguna parte al resto de su familia, buscó el contacto con otros artistas interesados en la libertad que da la naturaleza, fue a Panamá y a Martinica, conoció a Van Gogh cuando aún tenía dos orejas y vio cómo se cortaba una de ellas en un momento de calentura entre los dos amigotes, etc. Pero a Gauguin la Bretaña francesa se le estaba quedando pequeña y siguió soñando con la imagen idealizada de las civilizaciones primitivas de forma que al final terminó viajando a Tahití y es allí donde realizó la mayoría de las obras con las que la gente le asocia hoy en día.

La obra del pintor está desperdigada por el mundo y esta exposición reúne parte de ella. Podemos ver lo impresionado que estaba Gauguin con sus nuevos vecinos en “Dos mujeres tahitianas” o en los coloridos personajes de “Parau api (¿Qué hay de nuevo?)”, la naturaleza misteriosa y virgen de “Mata Mua (Érase una vez…)”, un cuadro que pertenece al Thyssen pero que por desgracia no podemos ver habitualmente porque la baronesa lo guarda debajo de su cama. Percibimos su interés por la cultura maorí y cómo ve reflejadas en estas tierras el paraíso perdido en “Matamoe (Muerte. Paisaje con pavos reales)” o en “Mujeres en la ribera del río”.

Dos mujeres tahitianas, 1899. Paul Gauguin
Fuente: wikipedia
 Pero eso no es todo, acompañan a Gauguin otros pintores influenciados por él y que sentían la misma pasión por lo insólito. Henri Rousseau (1844-1910) hace acto de presencia con un solo cuadro (“Paisaje tropical con un gorila atacando a un indio”,1910) pero a este hombre le basta con eso para llamar nuestra atención y que no le olvidemos el resto del día (sí no estas de acuerdo no me vuelvas a dirigir la palabra, hay cosas con las que soy intransigente). Unos retratos de nativos de los Mares del Sur pintados por Emil Nolde (1867-1956) harían sonrojarse a cualquiera que piense que nosotros somos los modernos y esto ya es arte antiguo. Paisajes como “Ciudad Árabe” pintados por Kandinsky (1866-1944) donde vemos algo diferente de lo que usualmente reconocemos en su obra y mucho, mucho más.
Por si os preguntáis qué fue de Gauguin os diré que murió de sífilis, cosas de vivir la vida loca, y en cuanto a los tahitianos tienen por allí el segundo museo más importante dedicado al artista para compensar la afición que tenía Paul por sus mujeres y el hecho de que buena parte de sus descendientes deben de haber heredado la nariz del pintor.

Como siempre nada de lo que diga aquí hará justicia a la exposición por eso solo puedo añadir que ir a ver “Gauguin y el viaje a lo exótico” es lo mejor que podemos hacer con nuestras vidas ahora mismo así que me despido como lo hace la última sala de la muestra, con un fragmento de “Tabú” (F.W. Murnau/ Robert J. Flaherty,1931).


Podréis ver la exposición hasta el 13 de enero y el precio de la entrada va de 10 a 0 euros dependiendo del caso, pero os recomiendo que la compréis online porque es posible que os quedéis sin entrar si vais directamente.




miércoles, 17 de octubre de 2012

Rodarán Cabezas

Solo escribo esto porque se supone que por alguna extraña y estúpida razón es esencial que lo haga para hacer acto de presencia, como si mi nombre en “Contribuyentes” no fuese honor suficiente. Tranquilos, yo no voy a aburriros con películas dogmáticas,  ni museos interminables, ni partidos de fútbol anti-culturales… no, yo escribo sobre algo que a todos nos gusta lo aceptéis o no. Yo os aburriré con videojuegos, eso que nos acompaña durante gran parte de nuestra niñez y pubertad pero que importa a una, mayor de la que imagináis, parte de adultos. Adultos que entre tu y yo siguen siendo unos críos inmaduros aunque todos sabemos lo divertido que es serlo, ¿a que si?

El juego de PC (es lo que hay, tengo que empezar por un juego que pertenezca exclusivamente a la mejor plataforma para jugar que existe actualmente) que tiene el honor de ser el primero (y probablemente el último, quién sabe) es el que fuera estrenado ayer día 16 de septiembre de 2012 por la compañía Indie “TornBanner Studios”, un juego de acción en primera persona que lleva por nombre “Chivalry”. Irónico que lleve dicho nombre (Caballería) teniendo en cuenta el dudoso honor en la lucha de la mayoría de sus participantes, entre los que me hayo. Pero aceptémoslo, el último caballero con honor que hemos visto ha sido Edward Stark y todos sabemos como acabó (“uno simplemente no puede vivir para siempre”) la caballería es muy bonita si, pero no se aprecia muy bien cuando tu cabeza rueda por el suelo. Y creedme cuando os digo que en este juego ruedan cabeza, literalmente, el juego te permite degollar a tus oponentes. Para que os hagáis una idea se trata de un juego en primera persona online como los actuales de guerra moderna pero en lugar de armas de fuego se usan armas medievales. Ya esta, con eso podemos zanjar el asunto y decir que es mejor que cualquiera de los juegos que hay ahora mismo en el mercado. ¿No? ¡Tienes la posibilidad de cortar la cabeza a un jugador que no conoces de nada y hacer que su esta ruede mientras otro corre por detrás ardiendo en llamas! No hay nada que pueda hacer para describir el gozo psicótico y de dulce placer que te embriaga al mente en momentos como ese, y no hay ningún otro juego online actual que lo consiga de forma tan esplendida como lo hace Chivalry.



Los sonidos de la batalla son súblimes logrando meter al jugador en el fragor de la batalla. La escala es impresionante consiguiendo hacerte sentir parte de una guerra mayor que tú en la que no eres más que uno de los cientos de soldados que morirán 10 segundos después por una estocada de lanza, quemadura por aceite hirviendo, flechazo en el gaznate, tajada de espada, cercenamiento del brazo por hacha, acuchillamiento de daga o porque simplemente no miras por dónde vas y te caes de un acantilado (solo me pasó una vez…)
 
NickCasiDecapitado en su años mozos.

http://7.mshcdn.com/wp-content/gallery/10-hot-indie-games-to-watch/chivalry.jpg
He de admitir que en momentos como este ya no se ni a quién o qué estoy atacando.


Además, aunque es muy divertido matar por matar Chivalry cuenta con varios modos de juego entre los que se incluyen los típicos del genero pero hay uno en el que quiero hacer hincapié; Objetivos en Equipo. Este modo trata en una serie de objetivos marcados que ambos equipos deben hacer para pasar al siguiente paso lógico. Para que os hagáis una idea, si el primer objetivo era conquistar y saquear el pueblo, el siguiente sería mover el equipo de asedio hasta la puerta del castillo y una vez hecho este, derribar la puerta y así sucesivamente. Todo esto sin necesidad de cargar mapas nuevos, ¿entendéis ahora a lo que me refiero con “gran escala”? En este ejemplo el equipo atacante deberá completar los objetivos hasta llegar al último y ganar la partida y el equipo defensor deberá impedírselo hasta que se acabe el tiempo que dure la partida. Es algo que se había intentado hacer antes pero nunca lo había visto tan bien implementado como en Chivalry.

 
Todo lo anterior más el añadido de que tan solo cuesta 17.99 Euros hace de este titulo uno de los mejores de su género que ha cosechado este 2012. ¿Qué será el mejor del año? Pues sinceramente está difícil puesto que tiene competencia directa con “War of the Roses” (combate medieval en tercera persona online) y los todavía por estrenar “Free to play” MechWarrior Online y Planetside2 (aunque estos dos últimos siguen la ruta futurística) ambos actualmente en versión beta.

Esto lo añado para demostrar que me he documentado acerca del producto... y que coño, para fardar.

Trailer Promocional:

http://www.chivalrythegame.com/



sábado, 13 de octubre de 2012

Lo imposible en España es no tener los cojones cuadrados

Hola queridos amigos, queridas amigas y queridas familias. Si habéis pillado la referencia a Arguiñano sólo puede significar dos cosas: o bien no vais a clase porque os ponéis al lado del calentador para que parezca que tenéis fiebre pero lo único que llegáis a conseguir es hacer el gilí porque si tu madre quiere que vayas, vas a ir; o bien os pasáis tanto riempo delante de pantalla SONY Bravia que no os habéis percatado de que... wait for it,... hace tiempo que no escribo, dary. No es que lo sienta, pero lo siento (y a veces hasta lo acuesto hahahahaha ¡Cállate Típicoidiotaquesiemprehaceelchistefácil, típicoidiotacomoÁlvaroMacías, unchavalmuyawesomesinembargo). No ha sido culpa mía, la culpa es del script. Pero bueno, yo he venido aquí a hablar de cine, de buen cine, que no de sólo cine español... Pero no corras joder, que no me refiero a Garci.

Cara de 'Yo hice el tráiler más aburrido ever done, ¿me importa? No mucho, soy así, transgresor.'
Yo he visto 'Lo Imposible', que es de Jota A Bayona, el que hizo 'El Orfanato' y al que de pequeño le gustaban los títulos consistentes en 'Articulo + Nombre', por eso en sus trabajos ponía en grande 'El Título'. Pues bien, Jota ha hecho algo que sólo unos pocos han sido capaces (ni Garci ni Batman entre ellos): hacer una película española y que parezca que no es de aquí. O sea, que con producción patria, técnicos del territorio nacional y rodando námenos que en los (ya finiquitados, fiambres, que no hay pasta para comer) Estudios Ciudad de la Luz de Alicante (Valencia es nuestra Grecia), ha conseguido una película que lo mismo puede ver un americano medio como un español medio como un japonés medio como medio alemán. Porque además es una película en la que se trata un tema que todos recordamos: el tsunami que azotó las costas asiáticas a fines de 2004. Pero no es la típica película de catástrofes en la que hay muchas familias indirecta y casualmente entrelazadas con un cabecilla que es un padre de familia que no ha sido hasta este momento buen padre pero que quiere redimirse ahora que el fin del mundo llega y un niño medio rebelde que en vez de pasarse al lado oscuro se transforma en héroe salvando a la chica de la que estaba in love desde muy joven porque era la hija de los vecinos pero éstos no la dejaban verle porque era una mala influencia y que después de esto le consideran el novio perfecto tenga hipoteca o no, amén de un presidente de los Estados Unidos que es negro, y si puede ser, interpretado por Morgan Freeman, no. Jota se ha centrado en una sola familia, de gente real, una mujer llamada María que publicó su historia y la de su familia poco después de la catástrofe y que, tras leerla, Jota no pudo sacar de su cabeza, como la cera de colores de Homer.

De una forma extraña me recuerda a Rafa Mora

Pues con sus dos cullons se fue Jota a EE.UU. a buscar financiación ('Show me the money', decía, irónico e incapaz de prever lo que le venía encima). Pero allí sólo le dieron largas porque los productores le exigían que "lo del tsunami lo hacemos con efectos especiales", y Jota "que no, que nosotros nos hacemos un mega gigantesco ultra super grande tanque de agua, lo llenamos de agua, y ahí que rodamos". Los productores tuvieron la decencia de comprarle a Jota un billete de vuelta a España, pero él no se rindió. En su visita a los yankees se convenció a Naomi Watts, a Obi Wan McGregor y a un chaval que se parece pero no es Freddie Highmore para que hicieran de protas, los cuales, todo hay que decirlo, están soberbios, en serio, son la poll* sus interpretaciones (incluso te olvidas que Naomi hiciera King Kong o Ewan tenga un sable de luz antitsunamis). No contento con ello vino aquí y se convenció a nosecuántos para que pusieran el dinero en un abrir y cerrar de ojos taiwanés, y se puso a rodar con treinta milloncejos de euros, broza para un americano.

Soy un póster extradiegético que mira al fuera de campo. ¿Entiendes ahora cómo me siento?

La película que le ha salido es un film muy grande, en serio. Tiene sus defectos, como ciertas escenas un tanto condescendientes con el espectador, o un uso de la música no apto para todo el mundo, pero de ahí  a que venga Carlos Boyero, el hombre que tiene hechos de celuloide sus cuadrados huevos, a decirnos 'que si menosprecia al espectador, que si la música en los momentos emotivos es infame, que si me trago cine indie es para poder cagarlo'... ¡Una pala y una espiocha le daba yo! Será posible las cosas que hay que oír para una vez que hacemos buen cine, disfrutable, muy pero que muy sentimental (en el buen sentido, id est, genera sentimientos, muchos, como los Snacks de Kellog's) y que hace soltar alguna lagrimilla. Luego está otro crítico diciendo que la peli es buena en su primera media hora, el resto, un telefilm de Antena3. A ese es pa' cogerlo por el pescuezo y fusilarlo al amanecer (y yo de amaneceres sé un rato). Por favor, que el cine está muy caro, no le quiten la ilusión a quien quiera ir. Yo, como buen ciudadano, os digo que vayáis al cine, que el pobre de Jota se lo ha currado, que, os lo creáis o no, todo en esta peli a nivel técnico lo han hecho españoles, y que, por Dios, por mucha agua que salga, no aparece nadando David Meca por ahí. Y eso siempre es un plus.