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sábado, 10 de noviembre de 2012

Star Wars ep VII, la Amenaza de Mickey Mouse... Maemía, qué juego de palabras más pésimo...


Una de las noticias más sonadas en el mundo de la industria audiovisual: The Walt Disney Company (Disney, Pixar, Marvel, ESPN, ABC –pero no el periódico, chistaco) ha comprado la empresa Lucasfilm (Industrial Light and Magic, Skywalker sound, LucasArts) por cerca de 4000 millones de dólares. Ya me imagino yo a unos cuantos frotándose las manos con tal fruición que les va a desaparecer la piel de sus apreciadas extremidades (superiores, se entiende). Pero la noticia va un poco más allá. Disney ha anunciado una séptima entrega de la –grandiosa- saga Star Wars. Aquí ya uno empieza a mosquearse. Si George Lucas defecó un poquito sobre Indiana Jones y el –abominable- Reino de la Calavera de Cristal (un poquito de cristal sí que se tuvo que tomar para trabajar en tamaña monstruosidad), no puedo ni imaginar lo que ocurrirá con la saga que encumbró a Lucasfilm a los altares del cine de ciencia ficción.


Por si esto fuera poco se habla de una tercera saga. Lo que sumaríamos al episodio VII los VIII y IX. Vamos a ver, ¿qué necesidad hay? (aparte de que cada vez que se menciona Star Wars hay unos señores a los que se les aparece el símbolo del dólar en los ojos). Los prescindibles episodios I y II ya tuvieron lo suyo, pero continuaron, de una manera u otra, con la línea de la trilogía original (IV, V y VI). El episodio III merece una mención aparte porque es, en mi opinión, la mejor de la última trilogía realizada o, al menos, la más parecida a las películas de Leia, Luke y Solo. Pero, siendo sincero, lo admito, iré al cine a verla. Solo espero que los diez (DIEZ!!!) euros de la entrada merezcan la pena, que Lucas haya aprendido de los errores del pasado –vuelta a Indiana Jones y a la segunda trilogía de Star Wars- y vuelva a hacer la magia que tan bien se le daba en los ’70-’80.


Pero aparte de lo que nos pueda parecer otra prolongación de la saga o una sobreexplotación del producto, no cabe duda de que esta compra va a suponer un gran avance para las dos partes: por un lado, Lucasfilm va a entrar dentro de un conglomerado de magnitudes incalculables, con todo lo que ello supone: medios técnicos y humanos, promoción, una cierta seguridad en el éxito del producto a nivel de taquilla… Y para Disney afianzarse aún más como la primera empresa audiovisual del mundo. Y no nos preocupemos por que Disney “infantilice” Star Wars –un pequeño paréntesis, entre los innumerables títulos producidos o distribuidos por cualquiera de las filiales de Disney encontramos joyas como Pulp Fiction, Kill Bill, Trainspotting o la poco apta para mentes cándidas Saw. Cualquiera que conozca cómo funciona esa empresa va a ver que pondrá a disposición de la saga los mejores profesionales que tengan en nómina. De hecho ya se conoce un nombre para el guión del episodio VII: Michael Arndt, guionista de En Llamas, la segunda parte de Los Juegos del Hambre, ganador de un Oscar por la magnífica Pequeña Miss Sunshine y nominado por la no menos genial Toy Story 3 (¿qué dices?¿que aún no la has visto? Corre a verla…). Aún no se sabe quién va a hacerse cargo de la dirección pero suena con fuerza el nombre de Brad Bird, habitual de Pixar y director de la maravillosa Ratatouille. Ya solo falta que de verdad saquen una buena historia y no se carguen Star Wars. A nadie le gusta ver a Chewbacca llorando. Lo que está claro es el interés económico de Disney en todo esto, no solo en cuanto a los ingresos en taquilla sino a los ingresos que van a recibir con los brazos abiertos por la venta de productos con licencia, vamos, merchandising.

Ya han pasado unos añitos, pero se rumorea que Mark Hamill y Carrie Fisher aparecerán en la séptima entrega
 
En definitiva, que está claro que Disney ya no es el ratoncito amigable por el que nadie daba un duro. Sería más bien un agujero negro que va absorbiendo todo lo que huela a dinero. Pero, por favor, dejemos los clásicos tranquilos porque así están bien. Y lo vuelvo a admitir, veré esa película, pero está claro que, para bien o para mal, va a estar a años luz de la trilogía original. Y, hablando de clásicos, Warner tiene en mente la segunda parte de Casablanca (WTF??!!). Parece ser que el guionista de una de las joyas del cine clásico dejó un manuscrito (cada vez que pienso en esta palabra me imagino a un señor con una larga barba blanca escribiendo en un pergamino… no viene a cuento pero ya hacía tiempo que no se me iba la cabeza) con la continuación de la historia. Volviendo a Star Wars, como aparezca algún personaje como el adefesio de Jar Jar Binks le vamos a poner dos velas negras al responsable de tal delito. Avisado estás.
 

miércoles, 29 de agosto de 2012

Gilipolleces estilo David Copperfield

Han pasado un par de meses desde que escribiera aquel artículo sobre gente asiática y drogodependiente que pasó con más pena que gloria por ésta nuestra colmena, y a continuación me dispongo a dar por concluido mi retiro espiritual y a seguir a mis cosicas con la sección de Literatura. En este sabático intervalo que reseñaba, leí un libro muy interesante sobre el 23-F (pero aquí nunca se habla de política, por pereza y eso), y una novelita de Antonio Muñoz Molina que ya prácticamente he olvidado de tan poética y bucólica que era. A continuación probé suerte con Vargas Llosa y Dickens (la de este último era una cuenta pendiente que aún sigue sin estar saldada), y al final, resulta que me he pasado medio verano viendo un capítulo de Mad Men tras otro y yendo al cine en pos de una periódica sodomización. Todo para acabar volviendo, un poco deprimido que es como hay que ir, a leer El guardián entre el centeno, escrito por J. D. Salinger y publicado en 1951. Uno de los libros que más han marcado mi vida, y como la mía la de muchos otros tan amargados como yo. 

El centeno: metáfora que ilustra el arte de poner fotos que no aportan nada al artículo

   Supongo que es de rigor comentar por qué es posible que dicho título os suene de algo pese a que no lo hayáis leído (y es pa mataros en tal caso). Mark Chapman, el asesino de John Lennon, tenía este libro en su mesilla de noche, y parloteó acerca de él y de Holden Caulfield cuando le pescaron. Que había sido su inspiración para cometer tal atrocidad, o no sé qué hostias. Si os parece acabamos en esto con la parte documentada del trabajo, aunque también otro tipejo que intentó lo propio con Ronald Reagan declarara posteriormente estar obsesionado con él. Porque, en fin, yo todavía no he matado a nadie, y eso que me habré leído la obra en cuestión como un centenar de veces. Aunque igual a la próxima cojo un rifle y me cargo a, no sé, George Lucas, por poner un ejemplo.
   El caso es que el protagonista es Holden Caulfield, un adolescente de unos dieciséis años (edad que yo mismo atesoraba al leerme el libro por primera vez, aaaains), al que acaban de expulsar de Pencey, un colegio apestoso lleno de gente falsa y estúpida, ateniéndonos a lo que se nos dice, y que emprende un vagabundeo incansable y accidentado por las calles de Nueva York (de por medio lumis, chulos, homosexuales y otros exponentes de la alta suciedad), antes de volver a casa de sus padres y comunicarles la mala noticia. Y no hay más, realmente. El argumento da para lo justo, unas doscientas y pico páginas de nada. Doscientas y pico gloriosas páginas de nada.
   La cantinela de "Lo que importa no es lo que se cuenta, sino cómo se cuenta" nunca fue tan verídica como en el caso que nos ocupa. El libro está escrito en primera persona, pero no por un catedrático con su columnita en algún periódico y su Pulitzer en la estantería a su espalda, sino por el propio Holden Caulfield, un chaval de dieciséis años que se expresa como un chaval de dieciséis años. Con coletillas, tacos, todoesos, enserios y jos. Y transmitiendo en el empeño toda la rabia y la angustia de una etapa de nuestra existencia que muchos aún no hemos acabado de abandonar. Toda la prosa, por tanto, destila una energía, una vida, que pocas veces he percibido en un trabajo impreso, y que logra que esas pocas páginas se lean en, literalmente, un suspiro. Como pequeña muestra, el inicio de la obrita, a la altura icónica de El Quijote o El Lazarillo:

   Si realmente les interesa lo que voy a contarles, probablemente lo primero que querrán saber es dónde nací, y lo asquerosa que fue mi infancia, y qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y todas esas gilipolleces estilo David Copperfield, pero si quieren saber la verdad no tengo ganas de hablar de eso. Primero porque me aburre, y, segundo, porque a mis padres les darían dos ataques por cabeza si les dijera algo personal acerca de ellos. Para esas cosas son muy susceptibles, sobre todo mi padre. Son buena gente y eso, no digo que no, pero también son más susceptibles que el demonio. Además, no crean que voy a contarles toda mi maldita autobiografía ni nada de eso...

Pues sí, éste es Holden Caulfield. Y es legendario

   En efecto, Holden Caulfield es el encanto personificado, un chaval sarcástico, mentiroso, malhablado, sensible, infantil, parlanchín, alcohólico, fumador, y con una gorra de caza que mola un pegote. También es alto, delgaducho, seguro que se masturba, y peina canas a un lado de la cabeza. Y lo odia todo, lo que se dice todo, con la práctica excepción de su hermanita Phoebe, que también es un encanto. El héroe de nuestra adolescencia, qué duda cabe, uno al que según leamos el libro todos amaremos y conoceremos tan bien como a nosotros mismos. Ya sabéis, porque Holden es un espejo de lo que somos todos nosotros. O de lo que fuimos.
   Es probable, pero también necesario, que me centre mucho en la figura del señor Caulfield. Todo el libro se centra en él, sin apenas profundizar en la psique de algún otro personaje la cual, en cualquier caso, sería observada bajo el punto de vista del amiguete. De este modo llegamos a sentir tanto cariño por su hermana pequeña como lo siente Holden, tanta repugnancia por las personas falsas, los tíos guarros e incluso el cine como siente Holden, y tanto dolor por la temprana pérdida de su hermano pequeño Allie, pelirrojo y listísimo, como lo siente Holden. Y a uno, maldita sea, se le acaba escapando una lágrima y todo.
   No sé si a lo largo de este artículo habré sabido expresar la devoción que siento por esta obra en toda su amplitud, porque es mucha, y de todas maneras no ha de significar que vosotros hayáis sentido, o vayáis a sentir, lo mismo al leerlo. Ocurre que es un libro que llega a calar hondo si se lee en las circunstancias apropiadas (como son ser joven, o ser viejo, o estar simplemente harto de todo), y que se halla sumido así como quien no quiere la cosa en el aura de los clásicos, de los atemporales, de esos fragmentos de arte puro y de vida llamados a ser degustados cada cierto tiempo. Un aura tan poderosa, férrea y opaca que se me hace difícil buscarle algún pero, sin que entre a estorbar ni la objetividad ni cosa parecida. En cualquier caso, a Holden Caulfield se la traería floja. Y a su autor también, J. D. Salinger, porque está muerto y en vida estuvo un poco más pallá que pacá.

"¡¡¡Aaagh, la muerte!!!"

   Y bueno. Pasando por alto lo poco mordedor de esta ¿crítica? y lo subjetivo de mis afirmaciones, El guardián entre el centeno es un gran libro, y no hay quien me saque de ahí. Debería leerlo todo el mundo, y no sólo para buscar qué carajo pudo entender Chapman que le llevara a matar al Beatle que le robó las gafas a mi abuela: también porque le va a gustar, fijo, y porque le va a coger, no hay más remedio, cariño al protagonista. ¿Que igual a veces se pone un poco pesado con las coletillas, con los "me deja sin habla"? Eso es que está en una edad muy difícil, perdonémosle.
   Firmado: Holden Caulfield

domingo, 3 de junio de 2012

Como lágrimas en la ducha, o ¿quién ha apagado la luz?


Ebrios patanes del jurado, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que la Paqui se pasa las tardes por mi casa y que ya se ha empezado a hablar de Blade Runner 2, pues vamos a hablar de Blade Runner ONE, o sea, (posiblemente) la película de ciencia-ficción que mejor ha sabido captar el mundo futuro. Y digo esto porque tras ella, todas las películas que la han sucedido en él genero beben de ella como el Rey de los (dis)tintos asuntos (protoco)Larios.

Os explico brevemente de qué va: Esto es un tío, que se llama Rick Deckard, que está retirado de su antigua profesión, que era ser un Blade Runner, o cazador de replicantes (id est, un policía que se encargaba de encontrar a los androides que se habían escapado, estropeado, etc...), y ahora está en la cola del INEM. Pero es llamado de nuevo por su ex-jefe porque al parecer un grupo de estos replicantes están intentando hacerse humanos y están cometiendo cosas nazis. Y ahí empieza la trama. Por cierto, la trama está muy bien hilada y transcurre en el futuro.

De hecho, la gente cuando imagina un mundo futuro lo ve con cochecitos volando, con rascacielos que más que rascar atraviesan y con la Duquesa de Alba por allí danzando alegremente la joía. Pero el futuro, tal y como lo plantea la película, es mucho más plausible: un Los Ángeles que sirve de estereotipo de las grandes ciudades donde la publicidad marca la vida diaria (no os recuerda esto a Eva, que diga a Wall.e), donde la comida china  y todo lo chino (personas incluidas) es el pan nuestro de cada día, donde la sociedad experimenta cada vez más con la tecnología al servicio de las grandes empresas y dónde el cielo está perpetuamente colapsado de nubes debido a que en nuestros días la ‘contaminación atmosférica’ dijimos que era una patraña. Y sí, sí hay cochecitos volando.


Soy un póster. Hago chistes de pósters


Ridley Scott, ese director con pinta de director, fue el que hizo la joya. La hizo además como él no quería, porque si el estudio esto, porque si el estudio lo otro…¡Una pala y una espiocha les daba yo a los estudios! Al cabo de los años por fin pudo él sacar su ‘Director’s cut’ y vaya si mereció la pena la espera. Su versión, que omite una penosa voz en off y que añade unas escenas (tal vez) innecesarias a la par que perfectas, es miel sobre hojuelas y luego más miel. Le costó lo suyo sacar el proyecto por varias razones:

1.-Los protas se llevaban mal. Harrison Ford y Sean Young no se podían ni ver (al parecer uno de los dos la tenía demasiado pequeña). Tal es así que en la escena de pasión de la película, que es algo violenta, los golpes son auténticos. Una alegría vamos.

Si dices muchas veces mi nombre, habrás quedado como un idiota. 

2.- El escritor en el que se basa la peli estaba como un auténtico cencerro. Philip K. Dick escribió ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’, el libro en el que se basa el film, dejando muchas incógnitas y como diciendo ‘ahí lo lleváis simples mortales’. Esas incógnitas en el film salen a pedir de boca y han suscitado muchas teorías a partir de ellas. Cuando la veáis y veáis (valga la redundancia) el unicornio de papiroflexia entenderéis lo que os digo.
¿A que no sabéis quiénes somos? Uno se llama Ridley y el otro se apellida  Dick, pero no os diremos quién es cada uno. Además, sienta muy bien estar ocupando este parrafazo siendo sólo un pie de foto. Pero ¡qué foto! Chapó por el fotógrafo que estuvo allí para captar el momento eh? Bueno nos despedimos. Un abrazo y sed buenos. Ved nuestra peli!

3.- Al estudio no le hizo ni p*** (***significa uta) gracia  que el clímax final fuera tan poco clímax. Vamos que tiene de clímax lo que yo de feo (humildad ante todo). Pero sin embargo ha pasado a la historia como uno de los finales más emotivos, sobresalientes, orgásmicos y wikis de todos los finales. Yo lo digo, me llegué a correr y me acartoné los calzones pero igual me dio. (Una de las frases de este párrafo es mentira).

4.- El malo tiene el pelo rubio platino. Y os preguntareis que qué más dará. Pues que parece gay. Ea, ya lo he dicho. Al fin y al cabo, es un malo de los que crean tendencia, como John Galliano (esta broma es sutil).

Pues con todo aún hay quien dice que no le llena, que está sobrevalorada, que no tiene una de las mejores persecuciones de la historia. Y luego son los mismos que ven 2001: una odisea  del espacio hacia atrás mientras suena la marcha turca de Mozart y comen Oreos. Anda y que les zurzan. Ojalá todos ardieran en una pila de *CENSURADO POR SU ALTO CONTENIDO  DE VIOLENCIA* ….y sus hijos también.


Soy Gafapasta. No por nada, sino porque es mi nombre.
Pues eso. Que han anunciado secuela. Ridley Scott lo ha dicho. La prota será una tía. No será porno. Y, como la primera, tenéis que verla. Adieu.

PS: Soy una posdata.

PSPS: En serio, el estudio no se hace responsable de que los gerentes de este blog dejen escribir en él a un mentalmente divergente que le hace gracia la palabra 'replicante'...hihihihihihi