sábado, 16 de junio de 2012

Ni se os ocurra retwittear esto

De cara a buscar un enfoque para el tema del cual os quiero hablar, como en mi fastuosa carrera me están enseñando que siempre he de hacer previo a soltar las mierdas ególatras y egocéntricas indispensables para sacar adelante un artículo de opinión (consúltese la entrepierna de Arturo Pérez-Reverte al respecto), la tarea se revela algo caótica. Porque La elegancia del erizo es una novela que a nadie dejará indiferente (o eso nos harán creer), y su naturaleza de best-seller francés (que asegura buen gusto), de historia sobre la vida (que tanto le gustan a Terrence Malick), y de cuento améliesco (que me acabo de inventar), asegura que, aunque se te atragante y te lo leas sólo presionado por la insulsa comunidad intelectual del momento, tengas que hablar de él y proclamar que su lectura ha enriquecido tu espíritu hasta límites insospechados. Porque cómo no suspirar extasiado ante un párrafo así:

Extraño concepto este de la supuesta ignorancia o inconsciencia de uno al hacer o decir algo. Para los psicoanalistas es el fruto de las maniobras insidiosas de un inconsciente oculto. Qué vana teoría. En realidad es la marca más visible de la fuerza de nuestra voluntad consciente que, cuando nuestra emoción se erige como obstáculo, recurre a cualquier ardid para lograr sus fines.

"¿Mandeeeeeeeeee?"

   Si este recorte del libro de ética os ha dejado indiferente, enhorabuena, sois seres humanos. Pero es con la asimilación y exaltación de cosas de éstas cuando la tontería se extiende y dibuja un entorno cultural no ya en decadencia si no en plena caída libre, en el que está tan de moda meterse con los tochos de Dan Brown y Ken Follet (siendo este último, mal que nos pese, el que mejor ha sabido describir una escena de sexo en mucho tiempo), como defender a capa y espada libritos de semejante calidad en su conjunto pero nacidos por pluma francófona o, tomad aire, asiática. Con los latinoamericanos no me meto porque escriben muy bien, las cosas como son. 
   Partimos de la base de que un libro así, de ser español, no se vendería una mierda. Si se ha hecho tan popular ha sido de oídas y porque a una gran parte de la población le gusta eso, comprar libros de títulos originales y mostrarlos como quien no quiere la cosa en el metro. En esta estela tenemos los libros de Millenium (más malos que un dolor), la bibliografía al completo de Albert Espinosa (donde en ocasiones el título acumula más palabras que el volumen en sí), la trilogía del amor toscano de Federico Moccia (compuesta por Perdona si te llamo amor, Perdona pero quiero casarme contigo y Perdona pero te la voy a meter por el culo), y los delirios psicotrópicos de Haruki Murakami, que no es que tengan encabezamientos raros pero son japoneses. ¿Veis? Los españoles no somos unos catetos, es cosa de la mala publicidad que nos hacen Almodóvar, Eurovisión y (sí, algún día le tenía que mencionar) Marianico. Somos de lo más cosmopolita de Europa, y leemos novelas de nacionalidades cualesquiera, exceptuando la británica y/o estadounidense. Los de Juego de Tronos no cuentan.
   Y para pasar por el aro no tenemos más remedio que leer y paladear (porque es de estos libros donde las palabras, las frases y los manchones de tinta han de ser saboreados cual ínfimas viandas de nouvellé cuisine) cosas como La elegancia del erizo. En ésta tenemos a dos personajes que llevan el peso de la acción (si consideramos que hay tal cosa). Por un lado está Renée Michel, la portera cincuentona de un bloque de pisos en el que todos son muy ricos, neoliberales y repelentes (porque como quieras ser transgresor y no le des caña a la burguesía lo llevas claro). Ésta, bajo su fachada vulgar, esconde una inteligencia extraordinaria; lee a Tolstoi y a un montón de filósofos, ve películas japonesas que no son de Kurosawa (por suerte para ella), y tiene una cultura musical apabullante, que va de Mozart a Eminem (sin coñas). Un personaje complejo y con un dilema enorme que le impide mostrar al mundo sus excepcionales facultades por miedo a que se repita alguna chorrada que acaeció en el pasado. ¿No os dan ganas de llorar? A mí tampoco.

O "El arte de vender churros colocando a la Torre Eiffel en la portada"

   Por otro lado tenemos a Paloma Josse, una niña súper dotada de 12 años sin cuya presencia el libro habría ido a la basura sin contemplaciones. Pertenecen a esta chiquilla los mejores fragmentos de la novela, aquéllos en los que expone sus reflexiones sobre el absurdo mundo de los adultos y madura la idea de suicidarse un día de éstos. Quieras que no, eso tiene su gracia. El otro personaje importante es el señor Kakuro Ozu, un señor muy listo y muy educado al que tampoco le gusta Kurosawa. Su llegada al vecindario causa un revuelo increíble, por supuesto, más que nada porque es japonés, y todo lo japonés mola.
   La narración no bien ha presentado los personajes cuando bruscamente concluye, y descubres que apenas ha pasado nada (excluyendo el final, tan dramático como burdamente efectista). Algunos podrán argüir "Lo que importan son las imágenes filosóficas, no los hechos narrados". Qué daño ha hecho Paulo Coelho. Sin faltar a la señora Muriel Barbery, la autora, porque indudablemente está bien surtida de ingenio y sabiduría, ¿vamos a considerar un libro como bueno sólo porque sea filosófico y profundo de cagarse? Cambiemos "libro" por "novela" y proclamemos con total impunidad que en una buena, una novela genial que trascienda a la vida, al ser y al Espíritu Santo, la filosofía se ha de extraer del contenido, no acaparar egoístamente la totalidad de éste. Shakespeare, Cervantes, Dostoievski, Cortázar... éstos sí consiguen que su prosa rezume filosofía sin mentarla una sola vez, y supongo que por eso son los artífices de aquellos clásicos atemporales que nunca está de más revisitar (¿por qué nadie lee a Dostoievski en el metro, copón?).
   Por el contrario, si quieres escribir filosofía per se, haz como el insigne Emmanuel Kant: reclúyete en tu casa, no te relaciones con nadie, mátate a pajas metafísicas y publica un montón de cosas que nadie leerá pero que aglutinarán en sus páginas todo el saber del mundo contemporáneo. Pero no las disfraces de best-sellers, por favor. Que igual te las compran. O hacen películas inspiradas libremente en ellas como, de hecho, ha ocurrido con la obra que nos ocupa.

El título fílmico despoja de toda elegancia al original literario............ ¿demasiado sutil?

   Resumiendo que igual me estoy explayando, ¿es La elegancia del erizo un mal libro? Realmente no, pero como novela deja bastante que desear, en cuanto a que no tiene una trama consistente ni unos personajes demasiado interesantes (con la honrosa excepción de Paloma). Todo en ella desprende un tufillo intelectualoide que igual les pone burros a los modernillos, pero que a mí me repatea bastante. Luego la gente alabará su feroz crítica a las desigualdades sociales, su canto a la vida y al Arte (ni se os ocurra ponerlo en minúsculas)... Lo de siempre.
   Y es un poco lo más alarmante de todo. Que parece que, en la actualidad, ya no quedan buenas ideas que traspasar a la literatura. Entre ésta, el cine y lo mal que está todo de por sí, parece que ya se han agotado los temas. Dicen por ahí que la crisis agudiza los ingenios y las creatividades del pueblo llano, que como no trabaja, le da por pensar, pero qué queréis que os diga, yo el mayor derroche de elocuencia últimamente nada más que lo veo por Twitter. Y eso es un despilfarro, una vergüenza y un vil ataque a la memoria del Siglo de Oro, paupérrima época en que la gente, en vez de twittear y preocuparse por los RTs, los Favs y demás mamonadas de similar hondura, le daba por personificar buscones, idealizar lazarillos e impulsar quijotes.
   Así que ale, todos a escribir en un cuaderno lo primero que se os pase por la cabeza. Coño.

1 comentario:

  1. No he leído el libro pero me fío de ti como de las avestruces, animales que nunca han seguido el dicho de 'aquí el que no corre, vuela', y más que probablemente no me lea el libro y, si lo hago, opinaré que que para que me den lecciones morales ya tengo Disney. La traca final es de campeonato (estatal de apicultores) y hay distintas lindeces que sueltas a lo largo del texto y que subrayo. Sobre todo me quedo con: 'qué daño ha hecho Paulo Coelho'.

    PS: 'Hola. Soy Paulo Coelho y os voy a dar una reflexión de la vida, pero no su respuesta, para que compréis mi próximo libro: Si siempre miras adelante en tu camino, jamás verás los atajos'. Y tras esto los que lo leen creen que ha descubierto el mundo. Nosajodío. Así nos va...

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