miércoles, 6 de junio de 2012

Alarido del incomprendido

Vaya, has picado mi querido lector. Supongo que has decidido empezar a leer estas líneas atraído por este titular tan refinado y a la vez tan vilmente robado a una niña de ocho años con la esperanza de leer un post (mira mamá hablo inglés) sobre algún asunto culto como los que podemos encontrar en este humilde blog. Nada más lejos de la realidad, pues el objetivo de esta entrada no es otro que hablar sobre el tema del que casi todos hablan en este país. Y no, no me refiero ni a la crisis (¿Mariano dónde estaaaaaaaaaaaas?) ni a la no inclusión del Rey en el equipo olímpico de tiro al plato. Hablo, por supuesto, del fútbol.

Y hablo del fútbol como lo que es, una competición. Algo que en teoría todos sabemos pero que en los últimos años ha cambiado. El fútbol ya no es un deporte en el que se lucha por ganar, sino un concurso de belleza. Todo viene a raíz de la llegada de Guardiola al banquillo del Barcelona, donde el estilo de juego que implantó en su equipo enamoró a todos, demostrando que otro fútbol era posible. Pero no le echo la culpa al pobre Pep, que bastante tiene con que su tacañería catalana le impida poner una solución efectiva a su calvicie.

Madre mía la que he liado tú
Foto: Mundo Deportivo

El problema es de la gente y ya que paso por aquí también le voy a dar un palo a los periodistas. Poco a poco entre todos se están cargando la esencia de este bello deporte, que para mí no es otra que ganar. Ganar, ganar y ganar que diría Luis Aragonés. Ahora lo que prima es el buen juego por encima de la victoria. Y todo es por culpa de ese falso mito futbolístico que dice que el buen juego asegura los títulos. JA!!! El mejor y más actual ejemplo de que esta teoría carece de peso lo encontramos en el Chelsea, actual campeón de Europa. Su juego ha sido tan efectivo como poco vistoso, pero eso le ha servido para alzarse con el título más importante a nivel de clubes, eliminando en semifinales al equipo que mejor fútbol ha practicado en los últimos años. ¿Y quién felicitó al Chelsea por el triunfo? Nadie, absolutamente nadie. Lo único que recibió el equipo londinense fueron palos a diestro y siniestro, incluso se habló de injusticia. En fin, todos locos. Hablan de injusticia porque entienden que el equipo que más ataca es el que merece ganar.

Pueden tener razón, pero nadie se paró a pensar que el Chelsea no tenía equipo para atacar durante 90 minutos, y menos contra el Barça. En vez de empecinarse en la idea de atacar, como muchos querían, Di Matteo optó por emplear un estilo de juego que se adaptara a las características de su plantilla. Vio que no tenía un equipo para atacar y decidió jugar a la defensiva, y el tiempo le dio la razón. En resumen, planteó el partido para ganar. ¿Dónde está ahí la injusticia? A él, como a muchos otros anteriormente, se le tildó de ser un entrenador “resultadista”, es decir, aquel que solo quiere ganar. Ahora uno recibe críticas por querer ganar JAJAJAJAJAJAJA. Señoras y señores, el fútbol es un deporte y como tal lo más importante es la victoria. Nadie se acuerda del segundo, así de triste y así de cierto. Si ganas pasas a la historia, si pierdes pasas al ostracismo.

Jijijijijijijijiji he ganado la Champions sin jugar bien. Qué malote soy
Foto: RDM

Siempre he visto el fútbol como una vía de escape ante los problemas cotidianos. Te evade de la realidad por unas horas, y su belleza reside en que un gol puede cambiarte el estado de ánimo. Durante 90 minutos tu felicidad depende de si una pelota entra en la portería que tú deseas, nada más. La alegría no puede depender de si tu equipo juega bien o no, me niego rotundamente. Solo la victoria provoca sonrisas. Porque tú te puedes irte orgulloso a tu casa si ves que tu equipo ha hecho todo lo posible por ganar, pero si ha perdido, por muy bien que haya jugado, no puedes dormir feliz esa noche.

Ahora mismo el aficionado del Chelsea es el que está más contento de Europa, porque ha visto cumplido su sueño. Y a ese aficionado le da lo mismo si su equipo ha jugado bien o no, la imagen de los jugadores levantando la Copa es la felicidad máxima. ¿Y no es la felicidad otra cosa si no el fin último?

Sobre juegos de reyes, choques de espadas y tormentas de tronos

Aciago día para la humanidad, o para un importante sector friki-culto de ésta, supuso el pasado 4 de junio. Por doble motivo. En primer lugar, fallecía el barítono ruso Eduard Khil, más conocido en ambientes internáuticos como Mr. Trololo, a la tierna edad de 77 años, truncando una carrera, cuanto menos, prometedora. Y, en segundo, la segunda temporada de Juego de Tronos llegaba a su término. Al menos, la serie volverá, presumiblemente, en abril del año próximo, pero el inexorable transcurso del tiempo no nos devolverá a Mr. Trololo. En fin, enjuguemos las lágrimas, traguemos saliva, e intentemos dar, quizá infructuosamente, con una crítica apropiada y objetiva para esta etapa de la serie.
   Porque, hablando de un fenómeno como Juego de Tronos, resulta difícil, por principio y sinceridad a tu juicio entusiasmado y nerd, hacer gala de esta objetividad, y aún menos disfrutar con los dañinos y periodísticos (cómo nos gustaría) sarcasmos de turno. Es algo tan grande, tan épico, y pido perdón de antemano si este último calificativo lo uso demasiado copiosamente en adelante; un regalo audiovisual tan bien envuelto, que ni el más arraigado sentimiento crítico ni el más falso ansia de distinción de la mayoría borreguil puede impedir que disfrutemos como enanos. Y, ya que estoy, un abrazo para Tyrion Lannister. Cómo quiero a ese tío, joder. 

Si es que también es guapo. ¡¡Lo tiene todo!!

   Afirmemos sin temor a equivocarnos que la segunda temporada de Juego de Tronos, que adaptaba con mayor o menor fortuna (en cuanto a las licencias y las infidelidades) el segundo libro de la saga Canción de hielo y fuego, titulado Choque de Reyes (que no sonaba tan bien como Juego de Tronos, supongo), ha sabido mantener el nivel de calidad de la primera temporada. ¿Diríamos que lo ha superado? Dependería de a quién le preguntaras.
   Un purista de la obra de George R. Martin, ese tipo sádico y perezoso (qué lento escribes, cabrón), encumbrado como el mejor autor de fantasía heroica desde Tolkien un poco porque pasaba por allí, pondría el grito en el cielo a la luz de varios de los sucesos que han marcado esta temporada y que la apartaron de la esmerada corrección y traducción milimétrica que ostentaron los primeros capítulos. Porque, vamos a ver, queridos y bienamados guionistas, no disimuléis, esta vez habéis hecho lo que os ha salido del nabo. Lo habéis retocado todo con vuestras abyectas manos profanas, os habéis inventado anécdotas y trasfondos con una falta de pudor sonrojante (¿¿¿Jaime Lannister disléxico???), habéis omitido tramas y personajes indudablemente importantes para el devenir de la historia (oh, no, ¿dónde están los hermanos-sapo, ésos tan carismáticos y bonicos?), y en resumen, y siendo lo peor de todo, lo más horrible, lo imperdonable, HABÉIS MEJORADO EL LIBRO. Sí, qué diantres, es un hecho. Porque de este modo Jaime Lannister resulta aún más adorable, el glorioso bastardo. Porque os disteis cuenta de que los hermanos-sapo son un petardo. Y porque lo que habéis conseguido con el personaje de Theon Greyjoy es digno de Don Guillermo Shakespeare. 
   Estoy harto de ese mito de que los libros son siempre, no hay excepciones que valgan, mejores que las películas o series que se inspiran en ellos. ¿Sabíais que El Padrino está basada en un best-seller de Mario Puzo? Nada más que decir. Bueno, sí, que si no fuera por la serie y por la curiosidad referente a eventos próximos, se iba a leer los libros siguientes la pobre prostituta de turno bajo amenaza de Joffrey Baratheon (que por cierto, amigos guionistas, cómo os lo debéis de haber pasado componiendo uno de los personajes más odiosos de los que tengo memoria). 
   Ahora bien, estas licencias creativas no justificarían por sí solas el que pudiéramos considerar la susodicha temporada como mejor que la anterior. Sí, en cambio, un gradual aumento de la espectacularidad y el sentido épico. En la primera temporada cantaba un poco la falta de cuartos, porque los wargos eran unos cachorrillos y las batallas siempre se nos ocultaban con oportunas elipsis muy a lo Kubrick. En la segunda, sin embargo, tienen ordenadores, se han librado del costoso caché de Sean Bean, y nos obsequian con el penúltimo episodio, Aguasnegras, el cual no desentonaría nada en una pantalla de cine, ni quedaría en mal lugar con respecto a la Batalla del Abismo de Helm. Aunque, eso sí, como es usual en ésta nuestra serie, haya mucha más sangre y gamberrismo. 

Otro fuera de serie (jijijiji)

   La batalla de Aguasnegras suple el sentido de la espectacularidad y, en parte, el de la épica, pero lo verdaderamente emocionante sucede en el último episodio, y concentrado en una sola e íntima escena: la que reúne a Tyrion con su amante. Si no se te caen lagrimones con la interpretación de Peter Dinklage (otro Globo de Oro para él, en nombre de Odín), es que no tienes corazón. Cinco minutos que resumen con gran acierto lo que ha supuesto Juego de Tronos para todos nosotros. Y es que llegamos atraídos por las batallas, pero nos quedamos por los personajes.
   Así que adelante, seguid matando, follando, y deleitándonos con vuestras penurias, mis queridos Tyrion Lannister, Arya Stark, Jaime Lannister, Bronn, Meñique, Daenerys Targaryen (aunque sólo sea porque estés buenísima y tus dragones molen), Tywin Lannister, Lord Varys, Osha, Theon Greyjoy, Cersei Lannister, Hodor... todos vosotros, menos Jon Nieve. A ver si le matan de una vez a este último, que vaya tío más soso. Y en esto pondría a caldo al actor, pero el personaje es anodino de por sí, y no mejoraría ni aunque lo interpretara Mr. Trololo.
   Y ahora, camaradas, os dejo. Que me he vuelto a poner triste. 

domingo, 3 de junio de 2012

Como lágrimas en la ducha, o ¿quién ha apagado la luz?


Ebrios patanes del jurado, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, que la Paqui se pasa las tardes por mi casa y que ya se ha empezado a hablar de Blade Runner 2, pues vamos a hablar de Blade Runner ONE, o sea, (posiblemente) la película de ciencia-ficción que mejor ha sabido captar el mundo futuro. Y digo esto porque tras ella, todas las películas que la han sucedido en él genero beben de ella como el Rey de los (dis)tintos asuntos (protoco)Larios.

Os explico brevemente de qué va: Esto es un tío, que se llama Rick Deckard, que está retirado de su antigua profesión, que era ser un Blade Runner, o cazador de replicantes (id est, un policía que se encargaba de encontrar a los androides que se habían escapado, estropeado, etc...), y ahora está en la cola del INEM. Pero es llamado de nuevo por su ex-jefe porque al parecer un grupo de estos replicantes están intentando hacerse humanos y están cometiendo cosas nazis. Y ahí empieza la trama. Por cierto, la trama está muy bien hilada y transcurre en el futuro.

De hecho, la gente cuando imagina un mundo futuro lo ve con cochecitos volando, con rascacielos que más que rascar atraviesan y con la Duquesa de Alba por allí danzando alegremente la joía. Pero el futuro, tal y como lo plantea la película, es mucho más plausible: un Los Ángeles que sirve de estereotipo de las grandes ciudades donde la publicidad marca la vida diaria (no os recuerda esto a Eva, que diga a Wall.e), donde la comida china  y todo lo chino (personas incluidas) es el pan nuestro de cada día, donde la sociedad experimenta cada vez más con la tecnología al servicio de las grandes empresas y dónde el cielo está perpetuamente colapsado de nubes debido a que en nuestros días la ‘contaminación atmosférica’ dijimos que era una patraña. Y sí, sí hay cochecitos volando.


Soy un póster. Hago chistes de pósters


Ridley Scott, ese director con pinta de director, fue el que hizo la joya. La hizo además como él no quería, porque si el estudio esto, porque si el estudio lo otro…¡Una pala y una espiocha les daba yo a los estudios! Al cabo de los años por fin pudo él sacar su ‘Director’s cut’ y vaya si mereció la pena la espera. Su versión, que omite una penosa voz en off y que añade unas escenas (tal vez) innecesarias a la par que perfectas, es miel sobre hojuelas y luego más miel. Le costó lo suyo sacar el proyecto por varias razones:

1.-Los protas se llevaban mal. Harrison Ford y Sean Young no se podían ni ver (al parecer uno de los dos la tenía demasiado pequeña). Tal es así que en la escena de pasión de la película, que es algo violenta, los golpes son auténticos. Una alegría vamos.

Si dices muchas veces mi nombre, habrás quedado como un idiota. 

2.- El escritor en el que se basa la peli estaba como un auténtico cencerro. Philip K. Dick escribió ‘¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?’, el libro en el que se basa el film, dejando muchas incógnitas y como diciendo ‘ahí lo lleváis simples mortales’. Esas incógnitas en el film salen a pedir de boca y han suscitado muchas teorías a partir de ellas. Cuando la veáis y veáis (valga la redundancia) el unicornio de papiroflexia entenderéis lo que os digo.
¿A que no sabéis quiénes somos? Uno se llama Ridley y el otro se apellida  Dick, pero no os diremos quién es cada uno. Además, sienta muy bien estar ocupando este parrafazo siendo sólo un pie de foto. Pero ¡qué foto! Chapó por el fotógrafo que estuvo allí para captar el momento eh? Bueno nos despedimos. Un abrazo y sed buenos. Ved nuestra peli!

3.- Al estudio no le hizo ni p*** (***significa uta) gracia  que el clímax final fuera tan poco clímax. Vamos que tiene de clímax lo que yo de feo (humildad ante todo). Pero sin embargo ha pasado a la historia como uno de los finales más emotivos, sobresalientes, orgásmicos y wikis de todos los finales. Yo lo digo, me llegué a correr y me acartoné los calzones pero igual me dio. (Una de las frases de este párrafo es mentira).

4.- El malo tiene el pelo rubio platino. Y os preguntareis que qué más dará. Pues que parece gay. Ea, ya lo he dicho. Al fin y al cabo, es un malo de los que crean tendencia, como John Galliano (esta broma es sutil).

Pues con todo aún hay quien dice que no le llena, que está sobrevalorada, que no tiene una de las mejores persecuciones de la historia. Y luego son los mismos que ven 2001: una odisea  del espacio hacia atrás mientras suena la marcha turca de Mozart y comen Oreos. Anda y que les zurzan. Ojalá todos ardieran en una pila de *CENSURADO POR SU ALTO CONTENIDO  DE VIOLENCIA* ….y sus hijos también.


Soy Gafapasta. No por nada, sino porque es mi nombre.
Pues eso. Que han anunciado secuela. Ridley Scott lo ha dicho. La prota será una tía. No será porno. Y, como la primera, tenéis que verla. Adieu.

PS: Soy una posdata.

PSPS: En serio, el estudio no se hace responsable de que los gerentes de este blog dejen escribir en él a un mentalmente divergente que le hace gracia la palabra 'replicante'...hihihihihihi

jueves, 31 de mayo de 2012

Lectores con cojones

Quien llegado un inspirado y poco lúcido momento se decida a hacer un comentario sobre Rayuela, obra monumental escrita por el argentino Julio Cortázar en 1963, y tal obra le haya fascinado hasta un punto inimaginable (como le sucedió al que suscribe), por fuerza se verá asaltado por la siguiente retórica: "¿Soy digno de ello?", intercambiable por "¿Realmente seré capaz, tendré algo relevante que decir?". Porque no sólo es que esta novela (aventurémonos, inicialmente, a considerarla como tal) sea una maravilla, sino que, hablando en plata, más rara no puede ser, y de ésta se suele entender, si no yerro en mis cálculos, de la misa la media. Y esto realizando un ejercicio de fe, y petulancia intelectual , importante.
   Yo, como estoy metido dentro de la sección de "Literatura" y eso, pues voy a comenzar diciendo que creo que entiendo Rayuela en su mayor parte, aunque sea mentira (o no). Se nos introduce el libro con una retahíla de números desordenados haciendo referencia a diversos capítulos, 155 en total, y con una nota de Cortázar que te viene a decir algo así como: "Puedes atreverte a leer el libro en este orden, si tienes huevos, o leerte todos los capítulos en lógica y mediocre sucesión. ¿No te atreves, capullín?". Claro, uno se enfurece, se ha leído Los pilares de la Tierra y se tiene a sí mismo en cierta estima intelectual: así que vamos allá, se va a cagar el boludo, por vergüenza torera, challenge accepted

"¿A que no hay huevos?"
  
   Y nos encontramos frente a un argumento facilón, muy bohemio y psicológico, pero facilón. Es cierto, si Rayuela la hubiera escrito cualquier otro (alguien al que no se le fuera la olla tanto como a Cortázar y no se viera en la necesidad de elucubrar manuales sobre cómo subir las escaleras), un servidor no estaría hablando de ella como uno de los tres mejores libros que ha leído en toda su vida. Pero eso sí, los pocos personajes que se dan cita en el libro son todos prodigiosos y memorables. Veamos: tenemos a Manolo Traveler, un buen hombre y mejor amigo eternamente contrariado por el hecho de, irónicamente, no haber salido de Argentina en toda su vida; a Talita, su abnegada esposa, farmacéutica y de gran ingenio; a Ossip Gregorovitch, un joven y enamoradizo intelectual muy dado a las mentiras descabelladas que oscurezcan su pasado y lo suman en el atractivo de la ambigüedad; a Morelli, huraño escritor admirado por los protagonistas e, inequívocamente, álter-ego de Cortázar en la novela; y, sobre todo, a la pareja principal, dos personajes ya clásicos de la literatura, cuando menos, hispanoamericana: Horacio Oliveira y La Maga. El primero es el protagonista absoluto de la obra, haciendo de vez en cuando de narrador, y siendo el hilo conductor de la historia (al desarrollarse tanto en París, del lado de allá, como en Argentina, del lado de acá), un hombre, en pocas palabras, demasiado inteligente para ser feliz, con un sentido del humor muy peculiar del que sólo suele disfrutar él, y que daña instantánea y automáticamente a cualquier persona que se atreva a quererle. Y, por otro lado, tenemos a La Maga, llamada Lucía en realidad, un personaje, y la redundancia es imprescindible, mágico, del que es imposible no enamorarse, y no odiar a Oliveira por el modo en que le trata. Pertenece a su protagonismo uno de los capítulos más conmovedores de la novela, en el que le escribe una carta a su bebé Rocamadour que sólo podrá leer ella, y en el que sentimos como nuestros toda su pena y todo su amor de madre.
   Por desgracia, esta amalgama de personajes no constituye, ni mucho menos, el tema central de la novela, la cual Cortázar, incluso, impulsa a los lectores más valientes a leerse en el orden capitular que crean conveniente. Entrando ya a saco con la desencantada sinceridad, no es que Cortázar logre un hito en la literatura en el sentido de renovación pues, como digo, el argumento es endeble, y sólo se pueden permitir estas rarezas técnicas gracias a ello. ¿Qué importa que Oliveira discuta con Gregorovitch antes o después? Lo único trascendente es lo maravillosamente escrito que está todo; lo evocador de las descripciones y los sentimientos; la ambientación tan conseguida, desde el melancólico París por el que Oliveira y La Maga pasean y observan a los clochards hasta la Argentina más rural y sencilla donde el mismo Oliveira y su amigo de toda la vida Traveler trabajan como gerentes de un circo. Es una obra inmensa y rica en detalles, de la que puedes sacar nuevos significados y metáforas a cada recurrente vistazo que eches (ésta ha sido la tercera vez que la he leído, y sigo encontrando pasajes demasiado farragosos), con un uso colosal del lenguaje (en ciertas ocasiones inventado, caso del gíglico, utilizado únicamente por Oliveira y La Maga), y de la innovación y la sorpresa. Una obra de arte, en resumen y sin dudarlo un instante. Cada página es digna de ser saboreada y leída cien veces, tan poderosa en sus imágenes (cuando se logra entender más o menos, claro está, qué diantres nos está diciendo Cortázar) como conmovedora e, incluso, divertida. Imposible que con el capítulo final ("si es que hay tal final", nos diría el autor sonriente y picarón, pero seamos sinceros, sí que lo hay, y se nota), no se te asome una sonrisa. Aunque no hayas entendido una mierda. 

Ésta es la rayuela, metáfora de la vida, de la propia novela, y de todo lo que se os pueda ocurrir
  
   Vamos, que hay que leerla. Igual acabas, te preguntan de qué va, y pones cara de póker (también llamada en los círculos más selectos cara post-árbol de la vida), pero hay que leerla. Porque nunca vas a encontrar nada igual, porque nunca nadie ha descrito París con tanta belleza, sentimiento y habilidad publicitaria, y porque, aunque sólo sea por fragmentos como el siguiente, merece la pena que te duela la cabeza al acabar cada capítulo. Así, concluyamos con la mejor descripción de un beso que he leído nunca:

Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no consigo comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
   Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y  si nos mordemos el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

martes, 29 de mayo de 2012

Francisco de Goya y Andrés Rábago comparten piso


Es muy posible que Andrés Rábago (Madrid, 1947) no os suene de nada, pero si añado que es el nombre con el que El Roto hace la declaración de la renta seguro que lo veis más claro. Puedo ir un poco más allá y deciros que el señor Rábago también firmó con el pseudónimo de OPS entre los años sesenta y ochenta y que, en gran medida, es esta etapa de su vida la que aparece reflejada en el homenaje que se le hace al dibujante en la Calcografía Nacional de la Real Academia de Bellas Artes, donde podemos ver originales correspondientes a la época en la que OPS alcanzó la madurez trabajando para publicaciones como “Hermano Lobo”, “Cuadernos para el diálogo”, “Triunfo” o “Madriz”.


Después de esta introducción alguno se preguntará ¿qué narices es la Calcografía Nacional? Es una especie de archivo que guarda, conserva, estudia e intenta, con mayor o menor éxito, difundir las diferentes ramas del arte gráfico. La otra duda que tal vez haya que aclarar es “¿por dónde cae eso de la Real Academia de la no sé qué?”. No es una pregunta estúpida porque el sitio es bastante menos conocido que otros museos de Madrid y tiene una página web del paleolítico que complica las cosas a la hora de mantenerse informado. El nombre completo de esta institución es Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, para llegar a ella debéis daros una vuelta por la Puerta del Sol y seguir el camino que guardan el oso y el madroño, la Calle Alcalá. El edificio es la sede de la academia desde 1773 y ha acogido a numerosos artistas a largo de su historia pero hoy en día, aunque se siguen impartiendo cursos, seminarios y talleres, destaca por ser una de las más importantes pinacotecas de España.


Pero volvamos con OPS que ya me he ido bastante del tema. Los sesenta originales que podemos ver en la exposición son obras de un estilo muy crudo, agresivo, con líneas llenas de fuerza (aunque suene a crítica barata es la verdad). La forma de tratar los temas es menos directa que la que emplea al firmar como El Roto, poniendo el acento en miedos y defectos de los que nadie se libra. Todo esto lo vemos reflejado a través de la corriente de un río que se lo lleva todo, de fregonas con tentáculos, curas que visten una manta raya, dinosaurios que devoran la cultura e individuos que parecen cuervos y agitan sus brazos volando hasta con un par de muletas. La exposición sabe a poco y casi concluye con algunas obras de El Roto que nos permiten ver el cambio llevado a cabo por Rábago en respuesta a una sociedad que se despierta y esta preparada para la mordacidad del dibujante.


 Al final de la muestra, tras una pequeña sala, llegaréis a otra apenas iluminada en la que os esperan las planchas originales de los grabados de Goya correspondientes a Los caprichos, Los disparates, Tauromaquia y Los desastres de la guerra. Los organizadores afirman que los dos artistas tienen mucho en común, que trabajaron en períodos conflictivos y supieron solventar la censura con la originalidad y el talento. Es cierto, pero el problema está en cómo se ha montado la exposición y es que parecen dos muestras independientes que solo están juntas por casualidad, aunque tal vez sea intencionado y no me he enterado de nada.

Plancha de cobre original de un autorretrato
 de Francisco de Goya

OPS os estará esperando hasta el 10 de junio (martes a sábado de 10:00 a 14:00 y de 17:00 a 20:00/ domingos y festivos de 10:00 a 14:00) y no debéis desperdiciar la ocasión porque es GRATIS y solo os va a pedir a cambio algo de vuestro tiempo.

¡Caguen la hostia, nen! ¡Yo soy Tim Burton!


¡ÚLTIMA HORA! ¡ATENCIÓN! ¡EXTRA EXTRA! ¡QUIETO TODO EL MUNDO! Escúchenme con esmero (o es lubina, jajajaja -¡Cállate Arévalo!) porque lo que he descubierto tras el anterior post es algo inaudito, increíble, inclasificable, sobrenatural, biofrutas: YO SOY TIM BURTON. Así, como lo oyen. Y me he dado cuenta aún más leyendo su vida en el Wikipedia, que en realidad es mi vida. Comienzo, sumo, y sigo, por ese orden:

Ambos nacimos en agosto, y la gente dice ‘pero él el día 25 y tú el 5 (el 5, el 5, el 5,…)’, mas, ¿qué son 20 días de diferencia en el útero materno?  Ambos éramos chavales problemáticos -fijaos si era problemático que con 5 años me hice un cuadernillo Rubio de problemas matemáticos en dos horas- y también éramos curiosos e imaginativos (yo podía una tarde entera coger una cochinilla, tocarla, que se hiciera una bola, e imaginar que esa bola era un balón de fútbol). Pues no éramos nadie Tim y yo. Y nos encantaba asustar a los vecinos disfrazándonos de criaturas de otro mundo como extraterrestres o como pastorcillos en épocas navideñas.

Salía en 'Big Fish' y 'Batman Returns', por eso estoy aquí. ¿No soy arrebatadoramente hermoso?
A los dos nos encantaban las pelis y las series de monstruos tales como ‘Jasón y los argonautas’ (la cual contiene nuestra escena cinematográfica favorita fuera del porno), como Gárgolas o como los programas de Leticia Sabater. Luego nos encariñamos con Disney y casi trabajamos para ellos, él, por calidad y destreza, y yo como modelo para las orejas de Dumbo. Pero nos echaron para atrás y juramos vengarnos. Él con películas y yo cagando en el buzón. Pero más o menos es lo mismo.

A los dos nos gustaban las cosas en blanco y negro, como sus cortos Vincent o Frankeweenie o como Canal+ cuando se codificaba. Y así llegamos a la etapa adulta. Empezamos a hacer películas como Bitelchús (donde se nota mi savoir faire claramente) o Batman. Repito: Batman. Ese hombre. Ese ser capaz de cocinar un rodaballo mientras le comen el pene izquierdo. Un crack. De ahí que sintiéramos admiración por él y por Vincent Price. Y hablando de nuestro héroe, hizo un pequeño papel en Eduardo Manostijeras, nuestra consagración. La idea surgió del miedo que teníamos a que una lesbiana nos hiciera la tijera y nos pidiera un dedo, así que llamamos al actor de tez más perfilada y a la actriz más maniática, Winona Ryder y Johnny Depp, respectivamente. O viceversa.

Obviamente, era yo el que hacía la foto

Bueno, hablando del que la gente conoce como nuestro trasunto (sí, somos cultos, ¿quieres pelea?), con él empezamos una relación que se ha alargado más de lo que Nacho Vidal pudiera haber imaginado. Hemos hecho juntos pues cosicas (a veces nos sale la vena ranchera) como Sleepy Hollow, Ed Wood o Charlie y la fábrica de chocolate, y solemos quedar para cenar los tres. A veces nos planteamos rehacer de nuevo ‘El plantea de los simios’ enterita sólo para meterle a él como Estatua de la Libertad (Ups, SPOILER). O también podríamos hacer de nuevo Big Fish y que él fuera…pues el pez mismo. ¿Os imagináis un pez con tics y manías, pálido, con ojeras y que comiera pistachos? Nosotros sí. Se llama Alfred. A veces nos confundimos de película y nos imaginamos a Sweeney Todd rebanándole el cuello a La Novia Cadáver mientras el Sombrerero Loco se repite: “¿por qué dejamos que Joel Schumacher hiciera las secuelas de Batman? ¿Por qué los pezones?”. Pero eso es otra historia

Además, nos encanta la poesía a Tim y a mí. Tanto, que yo escribo inspirado por Neruda y él, bueno, él escribió ‘La melancólica muerte del Chico Ostra’, que, según dicen los críticos más reputados y conocedores del tema, es un libro. Y encima impreso. ¡Qué avances para este mundo! Nosotros lo odiamos y nos fuimos a los 60 única y exclusivamente para hacer un remake, revival o re-hagoloquemesalgadel’ArcDeTriomphe de ‘Sombras Tenebrosas’. Pero hemos de admitirlo, sólo lo hicimos para darle un primer plano al vinilo ‘The Slider’ de T.Rex. El resto, bueno, nos lo pasamos bien viendo las tetas de NUESTRA esposa. ¿No os lo hemos dicho? Pues sí, nos tiramos a Helena Bonham Carter, la de…todas mis películas ¿casualidad? No, que se folla al director la verdad. Y además salía guapísima en ‘El Club de la Lucha’. Jódete, Geena Davies (¿qué será de esta mujer?).

¡Que sigo vivaaaaaaaaa!


Pues eso, que no sé cuál será nuestro próximo proyecto. Pero releyendo esto nos preguntamos: si hemos hecho el remake de ‘Sombras tenebrosas’, ¿qué nos cuesta hacerlo de ‘La pajarería de Transilvania?

PS:
“ If you want a zombie bunny or a pussycat mummy
A vampire froggie or a skeletony doggy…”

lunes, 28 de mayo de 2012

La sombra de un genio


¿Qué tal la nueva de Burton? Esta pregunta hecha a dos personas aleatorias suele acabar con opiniones enfrentadas. Si algo es este director es polémico, o idolatras cada filme que el californiano rueda o le detestas porque su cine es poco comprensible y se centra demasiado en los aspavientos y fantasías.

Cartel de la película Dark Shadows.
Fuente: www.imdb.com
Pero es que incluso entre los fans de su trabajo encontramos que cada uno se inclina por películas que otros tachan de auténticos bodrios. Sin duda, la película que le dio la fama, Pesadilla antes de Navidad, está plagada de momentos que ya se consideran hitos cinematográficos y el personaje de Jack Skellington se ha convertido en la marca de muchos de los incondicionales de Burton (que sí, que no la “dirigió” como tal, pero seamos realistas esa película rezuma Tim Burton desde la primera escena y quién diga que no que vea La Novia Cadáver y deje de tocar las pelotas con los detallitos).

Lo que más gusta de este director es que, aunque te puedes encontrar con una cinta maravillosa como Big Fish o, sin embargo, acabar pagando por ver una chusta de la talla de Mars Attacks, la firma de Tim Burton es incuestionable. Los actores son característicos, la forma tenebrosa de contar cada argumento, la locura de los personajes que no sabes muy bien por dónde van a salir, los decorados fantásticos, el maquillaje espectacular…

Johnny Depp y Tim Burton.
Fuente: www.cinemanía.es
Bueno, a lo que iba, Dark Shadows. Mediocre. Lo siento, Burton, pero esperaba que sacaras mayor partido a tu actor fetiche. Vamos, Johnny Depp es bueno hasta cuando lo hace “mal”, eso ni que decir tiene, pues al trabajar este tipo de papeles los hace suyos y convierte cada manía, tic y movimiento del personaje en un auténtico show. Pero partimos de la base de que es bueno, muy bueno, esperamos actuaciones de la talla de Jack Sparrow o Eduardo Manostijeras y en esta no llega ni a Willy Wonka, aunque es claramente superior a la tristísima interpretación (tal vez dada por la película y la compañía) en The Tourist. Y si ya Johnny Depp no se sale, ni que decir tiene que tampoco lo hace la coprotagonista, Bella Heathcote, cuyo papel es más soso que Todd Flanders intentando ligar con Daniel Radcliffe. Aunque enjuiciándola por un patrón diferente que a Depp, la que se adapta perfectamente a su papel es Eva Green, la malvada bruja enamorada del vampiro, buscando venganza, atención y poniendo el punto sexy en la película. En cuanto a los demás reclamos para el espectador: Michelle Pfeiffer está demasiado contenida, aunque tampoco se le puede exigir otra cosa porque el papel no da para mucho más, Helena Bonham Carter no es destacable y solo la ancianita y, tal vez, el sirviente hacen que el espectador suelte una pequeña carcajada.

Sombras Tenebrosas no es que sea mala, es que le falta exprimirla un poco más en casi todos los ámbitos, es demasiado… ¿correcta? Una comedia sin más, poco digna de mención y que queda muy por debajo de otras del cineasta como Beetlejuice, sobre todo porque los principales gags del filme quedan destripados en el tráiler. Aunque tal vez la vuelva a ver y cambie de opinión, yo qué sé, con este tipo nunca se sabe… Es en parte lo que hace que sea un genio y si en esta película no convence solo tenemos que esperar a su próximo estreno: Frankenweenie, el cual se prevé que llegue a nuestro país el 19 de octubre de este año.